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Un salvavidas para que los manglares no mueran

Una investigación de la U. de A. examina la importancia del ecosistema para la pesca en Urabá. Tiene una gran presión.

  • En el lado chocoano el manglar está más conservado que hacia la costa antioqueña. Los manglares de Urabá son más productivos que los del Pacífico. FOTO Cortesía Juan Felipe Blanco
    En el lado chocoano el manglar está más conservado que hacia la costa antioqueña. Los manglares de Urabá son más productivos que los del Pacífico. FOTO Cortesía Juan Felipe Blanco
18 de agosto de 2015
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Parecen muchas pero no lo son: en el Golfo de Urabá quedan 5.687 hectáreas de manglar, 78% en el delta del río Atrato y algunos manchones hacia Turbo y el costado oriental antioqueño.

La cifra la entregó Juan Felipe Blanco, investigador de la Universidad de Antioquia y del Grupo Elice, durante un foro a raíz del Día de la Conservación del Manglar.

Los manglares son salacunas, vida para especies de interés ambiental y económico. Un ecosistema amenazado y cuya importancia se aprecia en la mayor o menor cantidad de pesca y bienestar de las comunidades costeras.

En Urabá se vive y se siente. Allí la pesca artesanal es importante. En las más de 50 comunidades sobre la línea de costa hay más de 2.000 pescadores y cerca de 11.000 personas dependen del recurso marino.

Pero la pesca se ha reducido. Los caladeros (sitios de pesca) se concentran en las áreas de manglar. En el resto del golfo es precaria, explicó Jaime Vladimir Montoya, del Iner.

“Coinciden los caladeros con los manglares”, reiteró Blanco. “Por ejemplo en la ensenada de Rionegro”.

La universidad con varios grupos de investigación, 7 investigadores principales y más de 30 en el equipo, dijo Blanco, estudia los Lineamientos Prioritarios para la Formulación del Ordenamiento pesquero del Golfo de Urabá.

Dos de los componentes son el monitoreo pesquero y la investigación en recursos pesqueros. Una hipótesis es que el manglar es refugio, alimento y hábitat de paso de las larvas de muchas especies.

Despensa

Las raíces son refugio para la vida atraída por la nutrición que aportan los árboles. Unos 5 gramos/metro cuadrado de hojas caen al mar, cerca de 18 millones de toneladas/año que entregan elementos nutritivos.

“El manglar es un ecosistema vivo, fuente de materia orgánica para el soporte de la pesca”, indicó Blanco.

Pero está en peligro. La reducción es evidente en las tres especies de mangle del golfo: blanco, rojo y negro. Su uso es intensivo en construcción, para obtener carbón y por la comercialización de la madera. La agroindustria del banano y la ganadería extensiva, que llega con sus potreros hasta la línea costera, también los han afectado. Se aprecia en el norte de la región y al sur de Turbo.

De mangle rojo los árboles que se encuentran solo alcanzan 6, 10 centímetros los cortan rápido para la venta.

Los manglares hay que verlos como un espacio social. Urabá tuvo una gran transformación en las últimas décadas. Entre 1984 y 2009 se modificó el paisaje en el sector donde se expandió Turbo.

Montoya recordó que en los últimos 20 años ha habido gran presión sobre el manglar y otros ecosistemas. “Llegó mucho desplazado, creció el número de pescadores: eso transformó también los usos de pesca, con redes de gran tamaño y ojos más pequeños”.

Eso ha incidido. Al principio, la costa fue poblada por indígenas. Hubo dos oleadas notables luego: de negros libertarios y otra a inicios del siglo XX. “Estos están muy identificados con él. Son comunidades anfibias”.

La migración de las décadas finales del siglo pasado por el desplazamiento trajo comunidades nuevas. Los llegados de zonas costeras de Córdoba o de los humedales antioqueños son anfibios también. Los otros tienen una explotación menos amigable del manglar, enfrentados para sobrevivir a un medio que no era el suyo.

Son factores que han incidido en la depredación de este ecosistema, así hoy exista mayor conciencia de que el deterioro afecta las comunidades por la reducción de la pesca.

Como dicen los lugareños “el mar es el único que no te pide papeles”, es de todos y hay que cuidarlo.

67
días tarda la descomposición total de las hojas que caen del manglar al mar
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