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Cuando una persona se arriesga a emprender —una decisión que significa comenzar y poner todo el empeño en que algo se materialice; en este caso una empresa— se está embarcando en un viaje que no estará desprovisto de dificultades y aprendizajes. De hecho, la mortalidad empresarial antes de los cinco años es una de sus principales amenazas.
Un estudio de Confecámaras estima que, en promedio, la mitad de las empresas que se crean en Colombia desaparecen antes de este período. Sin embargo, cuando los sueños se consolidan, el camino del emprendimiento también ofrece satisfacciones y se constituye en un promotor del desarrollo económico.
Los datos sobre matrículas, renovaciones y cancelaciones, de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia muestran que mientras en 2020 se registraron 22.591 matrículas en los 69 municipios donde hace presencia; también se realizaron 10.228 cancelaciones.
Para 2018, se estimó que la mortalidad empresarial en Medellín era, en el primer año de constituida la empresa, de 12 %; en el segundo, de 10,1 %, en el tercero, de 6,8 %; en el cuarto, de 4,8 % y en el quinto de 11,9 %. Nacer y mantenerse, no es fácil.
María Bustamante Rendón, que creó la operadora de turismo Vista Medellín.Travel, es una de ellas. Logró superar ese umbral de los cincos años sorteando y aprendiendo de cada problema que surgió en el camino, luego de dos décadas como empleada de empresas muy reconocidas de la región.
“Mi mayor reto ha sido el tema de la pandemia, pero en estos cinco años también he trabajado en la constitución de empresa, en sacar adelante la operadora (que ha sido difícil porque es un sector competido), en el posicionamiento de la marca y en comprender que en Colombia es difícil montar empresa porque hay que pagar impuestos sin que tengas resultados inmediatos”, expresa.
Sin embargo, está convencida de que el emprendimiento es un camino del que difícilmente se devuelve. Agradece que empeñarse en ello también le ha permitido cumplir sueños, al mismo tiempo que generar empleo para otras personas y aportar a la economía del país.
Aunque con empresas diferentes, tres profesionales en ingeniería Marcela Mercado Montoya, Tatiana Gómez Bustamante y Pablo Hernández Arango comparten angustias y anhelos similares a los de María.
Estos tres socios suman hoy sus esfuerzos en sacar adelante a In Silico Science and Engineering, un emprendimiento de ciencia e ingeniería que desarrolla prototipos y gemelos virtuales de productos y procesos tecnológicos, para empresas de distintos sectores. En muy poco tiempo, su actividad les ha exigido aprender a gestionar recursos, desarrollar habilidades en finanzas, de mercadeo y de comercialización.
Mercado Montoya dice que lo más complejo fue conseguir la plata para el software, que costó 120 millones de pesos, una cifra significativa apenas empezando. Y su socia, Gómez Bustamante, se muestra entusiasmada porque a pesar de estos retos ya han logrado hacer negocios, uno de estos con Noruega, cuando apenas llevan meses de haber arrancado.
Todas las empresas, no importa el tamaño, surgieron de esa disposición y tolerancia que tienen los emprendedores a entregar una solución al mercado, y por eso se cree que no todo el mundo nace para ello. Quienes lo son, manifiestan esa necesidad de no quedarse quietos, de trabajar sobre sus ideas de negocio y cierta actitud.
La profesora Ana María Muñoz, coordinadora del área de Formación Empresarial de la Universidad Pontificia Bolivariana, define al emprendedor como “la persona que aprovecha sus capacidades y competencias para identificar oportunidades en el contexto, para solucionar de forma creativa las necesidades y problemas. Tiene la habilidad para poner en marcha los proyectos y las soluciones generadas”.
Aunque tradicionalmente muchas personas han emprendido sin necesidad de formación empresarial ni acompañamiento, lo ideal es que este exista y así se aminoren los riesgos.
Con base en esa premisa, se empieza a generar una cultura. Esta hace ver que emprender es un camino que requiere surtir diferentes fases. Para cada una existen plataformas.
Es lo que el profesor Mario Javier Ochoa Zapata, profesional de emprendimiento de la Universidad de Antioquia, denomina la cadena de valor del ecosistema del emprendimiento. En Medellín, por ejemplo, funciona así: primero, entran los centros de desarrollo empresarial de las instituciones de educación superior, que de alguna forma moldean la idea, hacen la sensibilización y preincuban el negocio; después, las incubadoras, que ponen en marcha el proyecto; y luego aparecen las aceleradoras, que maximizan el valor para la consolidación de la empresa.
Es importante reconocer que todos los tipos de unidades productivas son importantes en una economía, en la medida en que pueden cambiar vidas y en que constituyen la semilla de las empresas; por eso es tan común que los gobiernos destinen recursos para promover la cultura emprendedora. Pero no todos son iguales: ni en su origen ni en su desarrollo.
“Según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), encontramos emprendimientos por necesidad; es decir, los que se inician de forma rápida sin mucho análisis del mercado, y para resolver la necesidad del emprendedor de percibir ingresos. Por otro lado, están los emprendimientos por oportunidad, que están enfocados en resolver necesidades del mercado, partiendo de un análisis del contexto. Estos tienden a ser más sostenibles y escalables. De acuerdo a la actividad en la que se enfocan, podemos encontrar emprendimientos tecnológicos, culturales, creativos, tradicionales”, resume Muñoz.
El informe también distingue que estos modelos de nogocio pueden ser de oportunidad, de subsistencia o de acumulación media; y el de oportunidad, de alto impacto o dinámico.
“Esas diferenciaciones se van dando de acuerdo a la plataforma en que se montan los emprendimientos: socios, créditos, la familia o, más sofisticados, a través de ángeles inversionistas o capitales de riesgo, que le apuestan al crecimiento de la compañía”, explica Jorge Alberto Calle D’Alleman, decano de la Facultad de Economía de la UPB.
Según Calle, también hay emprendimientos sociales, que no necesariamente están enfocados en generar unos ingresos específicos, sino en promover organizaciones que atiendan necesidades para mejorar problemas de las comunidades.
Una última tipología que se puede encontrar es la del intraemprendimiento, que surge dentro de una empresa ya madura. “Generalmente dan respuesta a soluciones al interior de la empresa, porque resulta más fácil apoyar un emprendimiento que salir a buscar un proveedor que posiblemente no puede atender la necesidad”, indica Ochoa Zapata.
Tanto en Colombia como en Antioquia, durante los últimos años se han generado esfuerzos públicos y privados para fortalecer el ecosistema del emprendimiento —se le llama así a la articulación de organizaciones que lo promueven y lo apoyan—.
A nivel país, se destacan los que ofrecen ministerios como el de Industria, Comercio y Turismo; y el de Cultura; así como Innpulsa; el Fondo Emprender del Sena, entre otros.
Asimismo, en Medellín figuran el Concurso Capital Semilla y Parque E, que apoyó 100 emprendimientos el año pasado, con recursos para desarrollar su modelo de negocio y su fortalecimiento. También, el programa Enplanta, enfocado en promover mipymes y proveedores, con una inversión cercana a los 1.500 millones de pesos durante 2020.
En ese mismo período, el Municipio también apoyó programas para innovar y mejorar la situación del sector textil, del que participaron 120 empresas; otros de aceleración y crecimiento financiero, que impactaron 49 unidades de negocio; los Cedezos, ubicados en cada comuna y corregimiento, que atendieron 1.700 iniciativas; Medellín Creativa, con 50 empresas del sector cultural; y e-Pymes, que busca la transformación digital y del que hicieron parte 734 emprendedores.
Pese a este trabajo, la misma Alcaldía de Medellín y los profesionales que llevan años trabajando en fortalecer la cultura emprendedora reconocen retos.
“Desde 2000, el emprendimiento en Medellín fue tomando mucha fuerza y podemos decir que contamos con una cultura emprendedora. Sin embargo, tenemos unas realidades que tienen que ver con mucha mortalidad de las empresas. Aunque tenemos diversas iniciativas, nos falta contenido y sofisticar los productos y servicios que les permitan sostenibilidad en el tiempo”, señala Mauricio Zapata, subsecretario de Creación y Fortalecimiento Empresarial de Medellín.
En tal sentido, el funcionario llama la atención sobre las posibilidades de la economía digital en que hoy se afincan los esfuerzos institucionales. Dice que estas pueden generar emprendimientos de alto impacto y potenciar las iniciativas de base.
Por su parte, el profesor Ochoa Zapata también menciona que falta articular mejor el ecosistema. “Se viene trabajando fuerte desde algunas mesas con las universidades y plataformas del ecosistema, pero siempre nos queda faltando. Se viene ganando terreno, pero falta en cosas como que los emprendedores tengan clara la ruta; cuál es la labor de la universidad, de la Alcaldía, del Parque del Emprendimiento, de las aceleradores, de Ruta N, etc. La mayoría llega a Ruta N porque es la marca más visible, pero no todos tienen cabida allí”.
Aún así, los emprendedores que participan en las plataformas perciben valor en los programas y elogian la forma en que estos los han acompañado.
Cada esfuerzo por apoyar a los emprendedores, tanto para los de necesidad como para los de alto impacto, se traduce en garantizar sobrevivencia, en más empleos, en más soluciones a problemas sociales y en desarrollar la economía del país
Colaborador. Comunicador Social Periodista U. de A., Especialista en Gerencia del Mercadeo UPB.