Finalizando la década de 1950 Colombia era el segundo exportador de café, tras Brasil. Contaba con una producción de 5,9 millones de sacos. A Aníbal Roa y a sus dos hermanos le sonó la idea de meterse al negocio cafetero que se había consolidado en Viotá, Cundinamarca. Ese entusiasmo fue suficiente para entender cómo funcionaba el agro local e interesarse por otro negocio: el arroz.
“Fue más interesante porque podíamos tener más cosechas, el café sólo nos daba una al año. Nos trasladamos al Huila, y allí, el 2 de marzo de 1968, prendimos el primer molino”, dijo Aníbal Roa, presidente de la Organización Roa Flor Huila (ORF).
Han sido varios los momentos difíciles en medio siglo de funcionamiento. Uno de ellos: la sanción de la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), en 2015, por 33.800 millones de pesos a razón de “haber influenciado los precios de venta de arroz blanco al consumidor final”.
En entrevista con EL COLOMBIANO, Hernando Rodríguez, gerente de la ORF, habló de cómo va el proceso y de cuáles son los problemas más grandes del sector ante la apertura de mercados.
El Ministerio de Agricultura tiene incentivos para almacenar arroz para mejorar el precio. ¿Cómo reciben la medida?
“El método del incentivo había sido importante hasta 2008, momento en el que se cambió. Hoy estamos viendo las consecuencias. Lo que ocurrió al final fue un desorden en el mercado nacional. En este momento, cuando hay posibilidades más grandes de que ingrese el producto desde otras naciones por los tratados de libre comercio, lo más conveniente es que esos recursos los asuma el gremio de los agricultores y los invierta en innovación en genética en el cultivo del arroz buscando mayor productividad”.
¿Cuándo prevén que se podrá pensar seriamente en contar con una oferta exportadora atractiva?
“No somos competitivos para exportar, somos deficitarios. Es posible que con los tratados de libre comercio la productividad se impulse y el hacer envíos se nos dé. Primero necesitamos ser más competentes en la parte agrícola”.
¿Qué importancia tiene Antioquia para ustedes?
“En Antioquia contamos con una sucursal desde donde hacemos la redistribución de las plantas que van del Tolima, Huila, Casanare y Meta. Estratégicamente es vital y como mercado se destaca, por esto siempre tenemos muy presente que la región antioqueña vea satisfecha una demanda que es vital para la empresa”.
¿Cómo va el proceso ante la SIC y qué sigue?
“La banca nacional nos brindó el apoyo que estábamos buscando, nos prestó el dinero porque íbamos a ser embargados, lo que hubiera llevado a la empresa a una quiebra. En este momento el proceso se encuentra en el Tribunal Superior de Cundinamarca, a la espera de fallo”.
¿Qué tanto afectó eso el desempeño de 2017?
“Venimos de una década complicada para el negocio. Desde 2015 hubo mucho contrabando, el efecto de la devaluación volvió a reactivar el cultivo nacional. El año pasado tuvimos ingresos de 1,2 billones de pesos. Queremos fomentar el consumo per capita anual, que venía cayendo. Ya hemos recuperado casi 2 kilos, vamos en 41,6”.
¿Cuáles son las proyecciones a cierre de año?
“Siempre le apostamos a un incremento aproximado al 4 ó 5 % en volumen del participación del mercado de arroz. Los resultados se nos van a dar, estamos apostándole a mercadeo, publicidad, para seguir empujando”.
Hoy hay un consumidor más consciente por su salud, por comer bien. ¿Qué cambios están haciendo para satisfacer esa demanda?
“Seguimos apostando en innovación de productos como el arroz integral, por ejemplo, posiblemente vienen otros no necesariamente de arroz, de consumo masivo y que hacen parte de la canasta familiar. Ya lo hicimos ingresando al mercado del atún y café” (ver Paréntesis).