A la par que se habla de la crisis de los contenedores y los altos fletes marítimos que están encareciendo el costo de vida en el mundo –con alimentos, electrodomésticos y prendas de vestir a un precio mayor–, al igual que de un posible apagón en Europa por la falta de gas, otro riesgo para la economía global se cocina a fuego lento: la crisis de Evergrande.
El “boom” empezó hace un par de meses, cuando se supo que Evergrande Group, gigante chino del sector inmobiliario, está “colgado” con deudas que superan los 300.000 millones de dólares. Su falta de liquidez para honrar tales obligaciones, incluso, ha hecho que especialistas del mercado evoquen la historia de Lehman Brothers y la burbuja que causó la crisis crediticia de 2008 en Estados Unidos.
En la medida que China fue ganando terreno a nivel industrial y consolidando una mano de obra robusta, la inmobiliaria vio una interesante oportunidad de doblar su oferta y operaciones. Así, desde 2009 empezó una fuerte política de apalancamiento que implicó llegar al punto en que los activos no pudieron compensar las deudas.
Para agosto de este año se supo que tenía un sinnúmero de casos abiertos en los tribunales por esa incapacidad de pago y, en efecto, desde septiembre, con los ojos mediáticos encima, los impagos hicieron más ruido, empezando con el de unos intereses que no honró el 20 de septiembre.
Desde entonces los radares del mercado están centrados en lo que pase con Evergrande. Incluso esta semana había alta expectativa porque debía ponerse al día con los intereses de unos bonos por un monto cercano a los US$150 millones, correspondientes a 2022, 2023 y 2024.