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La mala noticia es que el mundo está avanzando a velocidades inimaginables. La buena, que la era digital –un arma de doble filo– está disponible para alcanzar ese impulso. Arma de doble filo porque por un lado amenaza, por el otro resuelve.
Pensando como optimista, esta era tecnológica representa una gran oportunidad para dar lugar a la primera generación realmente digital. Una de Darwinismo acelerado que no se sienta amenazada por jerarquías y la solicitud de permisos, una que no quiera tolerar el peso de estructuras sosas y pesadas, una que esté dispuesta a comenzar de ceros. Una generación que derribe ese establecimiento a partir de pensamiento en redes porque si uno no sabe, otro cualquiera puede saberlo (en inglés “network”).
Una generación realmente digital será aquella que defina una nueva arquitectura de procedimientos (políticos, económicos, sociales, administrativos, educativos...), una que resuelva todo con código abierto donde todos pueden aportar. Una que conviva en un ecosistema de herramientas disponibles para que todos las depuren. De nuevo, una generación realmente digital. Una en capacidad real de defenderse por sí misma de cambios masivos, acelerados y disruptivos que la misma era digital está por lograr.
Las generaciones que hasta ahora enfrentaron problemas similares a nivel nacional, buscaron resolver situaciones con actualizaciones parciales que generalmente se quedan cortas en el empeño o deben convivir con el establecimiento actual. Lo que ya implica una limitación. No es una crítica, es una realidad. El contexto hasta ahora no ha sido el favorable. Otra realidad.
Para dar pie a esa nueva generación digital que se alude, la mejor recomendación la ofrece Tom Fletcher en su libro The Naked Diplomat (El diplomático desnudo sería la traducción burda). Libro recomendado.
La propuesta del señor Fletcher es crear un elemento inspirador casi tan potente como el discurso de Sir Winston Churchill para ganar la guerra. Y no suena loco necesitar una movilización social tan grande como la de ese ejemplo, el emprendimiento lo amerita y se trata de una revolución casi tan grande como la de la independencia.
Lo que se propone es generar un detonante del poder magnético nacional. Sí. El poder magnético que naturalmente tiene Colombia. Esa fuerza invisible, ese campo, si se quiere electromagnético, que sirva para agregar generaciones jóvenes y adultas. Que una sus convicciones, reconociendo que el futuro digital, es la manera correcta de en principio, cerrar las brechas sociales que hoy existen, y después, acelerar el crecimiento nacional. Se trata de un poder magnético que motive al punto de lograr lo imposible. Un catalizador para que desde cero, se piense en crear un nuevo sistema político, económico, administrativo, educativo... uno que sea por completo y pensado desde su origen, de manera digital.
Sin entrar en más detalles, detonar el poder magnético nacional implica varios pasos que son motivo de discusión en otras columnas. Por ahora lo relevante, es convenir en el argumento de que Colombia se encuentra en ese delicado momento de su historia en el que debe decidir transformarse por completo para actualizarse a la realidad global y que para hacerlo, debe repensar su historia y dar lugar a esa nueva generación a la que acá se alude.
