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Fragmentación, egos y falta de estrategia

La derecha colombiana repite errores que en Chile le costaron la primera vuelta.

hace 1 hora
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  • Fragmentación, egos y falta de estrategia

Por Alberto Sierra - @albertosierrave

En un café de Medellín, un grupo de votantes conversa con frustración: “Otra vez vamos a regalar la primera vuelta”, dice uno. “¿No aprendieron de Chile?”, agrega otro. La advertencia es clara: mientras la derecha colombiana discute entre egos y candidaturas menores, la izquierda consolida su base y su narrativa.

Las elecciones en Chile dejaron una lección que Colombia no puede ignorar: la derecha pudo ganar en primera vuelta y lo dejó escapar por su fragmentación. Aquí, el libreto se repite con peligrosamente similares ingredientes: indecisión, ambición personal y falta de estrategia colectiva.

Hoy, la oposición enfrenta un riesgo que no proviene del Pacto Histórico, sino de sí misma. La última encuesta de CNC/Telenomina muestra que Iván Cepeda lidera con 20%, consolidando la izquierda alrededor de un liderazgo claro y movilizable. Detrás, De La Espriella alcanza 14%, como la opción más competitiva de la derecha. Los moderados y centro —Fajardo 7%, Claudia López 5%, Galán 3%, Vicky Dávila 3%— se desvanecen bajo la polarización, y figuras de la vieja guardia no logran tracción: Barreras 0,3%, María Fernanda Cabal y Pinzón sin presencia significativa.

En reuniones de partido, se percibe la misma ansiedad: microcandidatos se aferran a sus cuotas, convencidos de que “ya en segunda vuelta nos unimos”. La historia reciente —2010, 2014, 2022— demuestra que esta dispersión no es un accidente, sino un patrón estructural que favorece al progresismo disciplinado.

La polarización devora al centro y deja un escenario de bloques claros: un oficialismo cohesionado frente a una derecha fragmentada. Cuando se observa la experiencia chilena, donde las nuevas derechas capturaron casi el 38% del electorado pero la unidad del Frente Amplio les aseguró la victoria, la lección es evidente: dividirse es regalar no solo la primera vuelta, sino la narrativa y la movilización social.

En cafés, plazas y redes, los ciudadanos perciben la fragilidad de la oposición. Preguntan: “¿van a aprender la lección o repetirán los errores de siempre?”. La pregunta es urgente y no admite aplazamientos.

Las elecciones de 2026 no se ganan con 15 precandidatos de 1%, ni con cálculos personales disfrazados de pluralidad. Se ganan con proyecto claro, liderazgo competitivo y disciplina táctica. La responsabilidad histórica está por encima de la vanidad electoral, y el país entero lo pagará si no se actúa.

Decirlo sin rodeos es duro, pero necesario: si la oposición no aprende la lección de Chile y de sus propias elecciones pasadas, el 2026 podría reflejar un espejo doloroso: la victoria de la izquierda consolidada frente a una derecha incapaz de unirse. Esta vez, el costo no lo pagarán los candidatos; lo pagaremos todos los colombianos.

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