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90 años de vida

Primer alcalde de Medellín y primer gobernador de Antioquia elegido por voto popular. Ministro, embajador ante El Vaticano. Difícilmente se encuentra en Antioquia quien haya ocupado, con honor y honradez, tantos cargos en la administración pública. Juan Gómez Martínez es un hombre respetable en la sociedad antioqueña.

14 de agosto de 2024
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  • 90 años de vida

Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co

Juan Gómez Martínez llega a los 90 años de vida, acompañado en el amor por María Teresa y sus hijos, uno de los cuales en plena flor de la vida partió hacia el reino de las luces, dejando una herida difícil de cicatrizar. Se formó como ingeniero electricista en la UPB y como periodista en El Colombiano, a la sombra y bajo el ejemplo de su padre y maestro Fernando Gómez Martínez.

Su capacidad en saber combinar la inteligencia emocional con la racional le ha dado ecuanimidad en sus pensamientos y decisiones, demostrado como concejal, diputado, senador, constituyente. Primer alcalde de Medellín y primer gobernador de Antioquia elegido por votación popular. Ministro de Estado, embajador ante El Vaticano. Difícilmente se encuentra en Antioquia quien haya ocupado, con honor y honradez, tantos cargos en la administración pública.

Como alcalde de Medellín en la aciaga etapa del narcotráfico desbordado, tuvo el valor para impedir el golpe institucional, que se haría a través de decreto presidencial, que pretendía el nombramiento de un alcalde militar. Con altivez, propia de su estirpe, respondió al exabrupto leguleyesco del gobierno central, anunciando que se encerraría en su oficina para proteger la institucionalidad, y que si se consumaba el despropósito, lo “tendrían que sacar del despacho en cuatro tablas”.

El presidente Barco, quizá avergonzado con esa lección de dignidad, muestra de un hombre forrado de integridad moral, canceló la descabellada idea. Con esa entereza y determinación recordó al filósofo que predicaba aquello de que “ningún régimen político, aunque sea democrático, funcionará bien mientras se mueva más por sus pasiones, por emociones, antes que por la razón”.

Su coraje ya lo había demostrado cuando enfrentó en su propia residencia, con uno de sus hijos, la brutal arremetida a sangre y fuego del grupo sicarial de asalto del cartel de Medellín. Frustrado su secuestro, repitieron años después la criminal acción estallando un carrobomba que destruyó por completo su casa, hechos delincuenciales que no pudieron doblegar su convicción de hombre valeroso hasta la temeridad.

Protagonista determinante para la continuidad del Metro de Medellín. Impulsador del Teatro Metropolitano, del Museo de Antioquia, de la Plaza de las esculturas de Botero. Hoy Metro, Teatro, Museo y Plaza –póker de ases– despiertan la admiración como referentes de manifestaciones culturales, artísticas y musicales.

Juan Gómez en el otoño de su periplo vital, asiste a tertulias en donde se congregan sus viejos amigos. Recuerda tramos de su vida y de historia con lucidez más que con nostalgias. Reconstruye episodios de los cuales fue protagonista de primera línea. Y aplica en los diálogos, como conducta y norma de vida, hablar solo lo necesario. Con prudencia evita desencadenar desavenencias entre sus interlocutores y camaradas. Sabe escuchar, evidencia de reflexión y coherencia.

Comprende que la paz interior viene del silencio. Que el hombre es amo de sus silencios y esclavo de sus palabras. Con sus silencios comprueba que estos son ausencia de Ego. Un hombre sin asomo de vanidades o desmesurado protagonismo.

Juan Gómez es un hombre respetable en la sociedad antioqueña.

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