Desde muy pequeño estoy montando a caballo y todavía me acuerdo de una fenomenal tumbada que me dio mi caballo overo que me hizo morder las calientes arenas de una playa del Cauca. Todo por no recordar y practicar las instrucciones sabias de mi padre: “Monte siempre por el lado izquierdo y antes de hacerlo, coja bien las riendas y nunca las suelte hasta que desmonte”.
Un día, por hacer alarde de equilibrio y presumir de jinete ante mis primas, olvidé las reglas enseñadas por mi padre y solté las riendas y el potro se desbocó y al suelo fui a dar. En medio de las burlas de mis hermanos y humillado ante la vista de mis primas, volví a montar, escupiendo la arena de mi boca adolorida.
“El que olvida no aprende”, me decía mi maestro, don Rafael Muñoz...