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Liderazgo consciente: ¿qué es?

hace 4 horas
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  • Liderazgo consciente: ¿qué es?

Por Aldo Civico - @acivico

En la actualidad, parece que nadie lidera sin adornos. Ya no es suficiente con gestionar equipos o tomar decisiones: hoy se exige ser un líder consciente, dirigir desde el ser y proclamarse con un propósito superior. Nos hemos habituado a un lenguaje cargado que suena a revelación repentina, como si bastara con pronunciarlo para que la virtud emergiera. En Más allá del bien y del mal, Nietzsche se reía de aquellos pensadores dogmáticos que proclamaban verdades absolutas como si fueran revelaciones divinas, cuando en realidad solo encubrían sus propias pasiones y resentimientos bajo la apariencia de “gran filosofía”. Recientemente, escuché a un alto ejecutivo criticar con fervor el capitalismo salvaje y la ansia de poder de su superior. Su tono era casi profético: hablaba de justicia, dignidad y de un nuevo liderazgo humano. Sin embargo, meses después, al asumir un cargo de mayor poder, lo vi ejercerlo con gusto y sin vacilar: decisiones autoritarias, desprecio por las voces disidentes y una sed de control que haría sonreír a Nietzsche. Quien más grita contra la tiranía a menudo ensaya su propio trono.

Liderar con conciencia no es solo recitar un credo; implica algo mucho más exigente y, a veces, incómodo: comenzar por uno mismo. Nietzsche desconfiaba de los moralistas porque nunca se miraban al interior; un líder genuino hace lo contrario. Practica la autocrítica antes de señalar a los demás. Se observa con sinceridad y no se cree inmune al poder que ejerce. Reconoce su sombra —esa parte que anhela dominar, controlar y ser venerada. Este tipo de liderazgo requiere virtudes que rara vez se ven en las presentaciones corporativas. La escucha profunda, por ejemplo, esa habilidad de callar para realmente entender a los demás, incluso cuando lo que traen resulta incómodo. La coherencia. La humildad. La valentía. A estas virtudes se suman habilidades concretas, como la capacidad de fomentar conversaciones significativas y crear espacios seguros donde otros se atrevan a disentir. La habilidad de co-crear soluciones y de regular las propias emociones para no transformar la ansiedad personal en políticas agresivas que perjudiquen al equipo.

Recuerdo una frase del escritor siciliano Leonardo Sciascia dirigida al alcalde de Palermo, Leoluca Orlando: “Nunca dejes de ser oposición a ti mismo”. Me parece un antídoto ideal contra el narcisismo moral. Un líder consciente no se instala en la certeza de ser “el bueno” de la historia; se observa, se cuestiona, sabe que también puede errar y que el poder tiende a adormecer la autocrítica. Quizás por eso el liderazgo auténtico no necesita etiquetas grandilocuentes. No es “del ser” porque así se declare, sino porque se vive desde el ser. Porque el liderazgo no se proclama, se actúa, se experimenta; es un comportamiento que revela quiénes somos. Hay que estar alerta ante aquellos que predican un liderazgo impecable mientras juzgan con severidad al mundo entero: suelen proyectar lo que no desean ver en sí mismos. No se trata de salvar al mundo desde una supuesta superioridad ética, sino de transformarse mientras se sirve; eso es lo que verdaderamente transforma.

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