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Alberto Velásquez Martínez
Columnista

Alberto Velásquez Martínez

Publicado

Alí Babá y sus 40 ladrones

Por alberto velásquez m.

redaccion@elcolombiano.com.co

Era muy curioso que las garras de Odebrecht, que tienen aprisionados en los escándalos por corrupción a una serie de expresidentes suramericanos, no tuvieran engarzado a algún travieso y cazurro exmandatario colombiano. Al fin y al cabo, Colombia es la de las naciones que vive a la penúltima moda, especialmente en materia penal.

Colombia miraba con extrañeza lo que sucedía en países vecinos sin mancharla a ella. A Perú con su lista de expresidentes vivos tras las rejas y uno suicidado en el desespero. A Ecuador con su prófugo Correa que tantos dolores de cabeza le dio al gobierno Uribe. Y pasmada veía a Venezuela en donde Chávez abrió la senda de las coimas de la firma brasilera. Y menos entendía cómo las acusaciones tocaban en Argentina a la Kirchner. Y mucho menos lo que acontecía en el país anfitrión con Lula en la cárcel. Un panorama decorado por Alí Babá y sus 40 ladrones, regido por el delito en las cabezas de Estados pestilentes y populistas.

Ahora las denuncias por sobornos de Odebrecht tocan duro a Colombia. Se sindica a la campaña Santos de recibir 4 mil millones de pesos en la segunda y definitiva vuelta de elección presidencial, para convertirlos en el millón de votos que hacían falta para contrarrestar y superar la mayoría del candidato Zuluaga sobre Santos en la primera vuelta de los comicios presidenciales. Cuatro mil millones de pesos que cayeron como maná, no propiamente del cielo, para alimentar a muchos tragones votantes de la Costa que exigían una mano generosa para poder movilizarse a las urnas. ¡Y se produjo el milagro!

El carrusel de la fortuna habría sido completo. Comenzaba a través de contratos ficticios en obras públicas utilizando calanchines a quienes se les depositaban sumas de dinero que luego debían trasladar a la campaña liberal, recursos que no se registraron en los libros contables. Fue el alegre carrusel de la corrupción. La rueda de la fortuna que en algún sitio se trabó y ahora se va descubriendo cuando comienza a caer el telón de una nueva farsa nacional.

Ya una primera investigación sobre la penetración sigilosa y matrera de esos dineros a las campañas presidenciales en el 2014, se había archivado. Caducó por una de las miles rabulerías que asfixian la correcta aplicación de los códigos en Colombia. Ahora, a no dudarlo, saltarán a la palestra invocaciones de impedimentos de los miembros de las muchas comisiones investigadoras que en el país se nombran para arropar la impunidad, factor común de la justicia colombiana.

Tales denuncias se quedarán en mero escándalo. Las peores desvergüenzas nacionales que vienen sepultarán esta. De escándalo en escándalo seguirá desenvolviéndose la política colombiana. Y la mentira santista de que la financiación de la campaña de la reelección solo provino de créditos bancarios y de dineros del Estado, quedará en firme. Será una mentira más para adornar la colección de las muchas falacias que cuenta un país político mañoso.

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