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La marcha del silencio digital

Al final, el desafío será el mismo que enfrentaba mi abuelo cuando apagaba la televisión: apagar un poco las redes, conversar más, escuchar mejor.

hace 6 horas
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  • La marcha del silencio digital

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Las elecciones son en 2026, pero en el mundo de las redes sociales empezaron hace rato. En Twitter, TikTok y WhatsApp ya circulan entre 30 y 50 precandidatos activos, una mezcla curiosa de “los mismos de siempre” y nuevos influencers políticos que prometen cambiar el rumbo del país usando aquel gastado argumento que asegura que el empresario, y no el político, es quien podría gobernar mejor.

La política ya no solo sucede en las urnas: sucede en nuestros bolsillos, minuto a minuto, en cada notificación. El reloj vibra con la última hora del medio que seguimos; Twitter nos asalta con notificaciones; nos invitan compulsivamente a otro grupo de WhatsApp, o nos tropezamos con un precandidato bailando torpemente la canción de moda para entrar en tendencia. Como diría Kevin Roose —a quien recomiendo leer— en The New York Times: “Los candidatos ya no solo compiten por un cargo, compiten por dominar la narrativa en TikTok, Instagram y X”. Colombia no escapa a esta realidad global.

Abrimos las redes y abundan analistas improvisados frente a una biblioteca meticulosamente ordenada, compartiendo sin descanso reflexiones sobre cada palabra, cada polémica, cada instante político. En ese universo digital, cada noticia se vuelve oportunidad para viralizarse. Incluso aparecen posts en LinkedIn, analizando todo lo que pasa en función de teorías que después se venden igual: a través de clics.

No hay tregua. La política es dinámica. Nada sorprende. Como decía una candidata que antes fue periodista: “La cosa política sigue moviéndose”. Y seguirá, porque en la red lo último siempre desplaza lo importante.

En este contexto digital que abruma, recuerdo a mi abuelo que, cuando la televisión comenzaba a tensarse con noticias amargas, apagaba sin consultar a nadie y decía: “Mejor pongámonos a conversar”.

¡Qué razón tenía!

Quizá sería más sano apagar las pantallas por un momento y escuchar al que tenemos enfrente, buscando entendernos en lugar de acomodarnos en esa burbuja digital tan cuidadosamente diseñada por algoritmos. Porque si algo está claro es que las redes no nos desafían: nos dan exactamente lo que ya creemos querer, manteniéndonos inmóviles en un mundo que cambia constantemente.

Al final, el desafío será el mismo que enfrentaba mi abuelo cuando apagaba la televisión: apagar un poco las redes, conversar más, escuchar mejor. Recuperar la política como ejercicio humano y no como espectáculo digital.

La marcha del silencio puede replicarse todos los días en las redes. Allí también podemos marchar igual: guardándonos las reacciones destructivas y los insultos. Esos políticos que publican videos, fotos y trinos solo para provocar sonríen cada vez que les respondemos enfurecidos y descontrolados. Bien nos haría dejarlos hablando solos y seguir la marcha del silencio en lo digital, al menos por un tiempo.

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