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Menos listas, más experimentos

hace 3 horas
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  • Menos listas, más experimentos
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Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Hace poco hice un viaje con mis amigas. El día que visitábamos un desierto, una de ellas gritó de repente, con mucha emoción:
—¡Vi una estrella fugaz!

Desde ese momento, y hasta que nos fuimos de ese lugar, pasé cada noche mirando al cielo, esperando ver otra igual de grande.

—¿Para qué quieres verla tanto? —me preguntó otra amiga. —Quiero pedirle un deseo —le dije.

Pensé que, si la veía, podría seguir viviendo con la certeza de que algo iba a pasar. Que el universo, de alguna manera, quedaba comprometido conmigo. Ver la estrella era la mística del deseo: una señal externa que garantizara que aquello que tanto quería se cumpliría.

Tal vez por eso, cada 31 de diciembre repetimos rituales. Escribimos propósitos, hacemos murales, listas, visualizaciones, ponemos en palabras lo que queremos como si escribirlo fuera suficiente para decretarlo. Buscamos señales, puntos de apoyo, algo que sostenga el deseo más allá de nosotros mismos.

Este año mi esposo me propuso un ejercicio distinto, planteado por Ness Labs, el proyecto de la neurocientífica Anne-Laure Le Cunff, que insiste desde hace años en una idea: el problema no es que no sepamos qué queremos, sino que diseñamos mal cómo cambiar.

Ness Labs no habla de “manifestar” ni de “reinventarse”, habla de algo mucho menos glamuroso y, probablemente, más eficaz: pensar el cambio como un sistema de experimentos pequeños, planeados con evidencia y ajustables en el camino.

Su New Year’s Resolutions Worksheet no empieza preguntando qué deseas, sino qué pasó. ¿Qué funcionó? ¿Cómo te sentiste? ¿En qué contextos?

Es una invitación a mirar el año anterior con datos propios, no con culpa.

La neurociencia respalda este enfoque: cuando revisamos el pasado de forma estructurada reducimos sesgos cognitivos y tomamos mejores decisiones. No se puede diseñar un buen cambio sin entender el comportamiento y a veces eso exige menos sentimentalismo y más practicidad.

También hay algo distinto en esta manera de pensar los propósitos: no importa únicamente qué lograste, sino qué hiciste y cómo te sentiste haciéndolo. Cuando el foco está en hábitos y procesos —y no solo en metas finales— aumenta la persistencia y disminuye la frustración.

Y propone algo que poco hacemos: celebrar logros. No por vanidad, sino porque reforzar lo que sí funcionó fortalece la identidad y la confianza para intentar de nuevo.

Por eso, supongo, no vi la estrella. Tenía que mirar hacia otro lado. Y no era precisamente al cielo.

Tal vez tenemos que mirarnos primero, ponernos menos metas rígidas y hacer más experimentos: pequeños, reversibles, curiosos.

Probar sin prometer un “para siempre” que, con la velocidad de la vida actual, resulta casi imposible.

Que 2026 no sea un año de promesas enormes, sino de pruebas honestas: una rutina mínima de escritura, un día a la semana sin redes en la mañana, un presupuesto con menos autoengaños.

Porque los propósitos no son listas: son decisiones repetidas.
Y los deseos no son magia: son dirección. Este año les deseo que no tengan que esperar estrellas fugaces.
Que sus deseos caminen con ustedes, todos los días, en lo que hacen para lograrlos.

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