Por Juan Pablo Rodríguez R.
Fui uno de aquellos habitantes de Medellín que el pasado 31 de octubre quedó en medio de las hordas de motociclistas que salieron a hacer sus particulares demostraciones de que ellos son los dueños de las vías públicas. Pero lo que pasa es que no solo es el día de Halloween, es todos los días, a todas horas, en todas las vías, que quedamos entre el enjambre de aquellos que consideran que al subirse a su motocicleta quedan libres del cumplimiento de cualquier norma. Me he preguntado muchas veces qué es lo que hace que este grupo social cada vez más amplio, que es el de los motociclistas, se sienta empoderado para acorralar al resto de ciudadanos, ya sea que vayamos en carro, caminando o en bicicleta, ellos se meten en contravía, se suben por las aceras, se brincan las bermas, se meten por los pasos peatonales. ¿Quién puede controlar eso? La autoridad ya ni siquiera hace el intento, tiraron la toalla hace rato. ¿La familia, los colegios, las universidades? Tantas familias que cargan con duelo por muertos en accidentes de motos, y ni así se remedia este problema que yo considero una gran crisis de salud pública.