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Su hipótesis es que debido a la poca interacción real que tienen unos y otros, se han creado burbujas en las que el sesgo ideológico se retroalimenta constantemente desde las redes sociales.
Por Lina María Múnera Gutiérrez- muneralina66@gmail.com
La realidad, con mucha más frecuencia de lo que quisiéramos, incomoda. Y muchas veces donde se creía que se habían tendido puentes, se cierne ahora solo un abismo. Se suponía que la Generación Z, la de los nacidos entre 1996 y 2012, era la más progresista de todas las que conviven en la actualidad, pero la división ideológica entre los hombres y las mujeres jóvenes en muchos lugares del mundo muestra cómo ellas son cada vez más liberales, pero en cambio ellos se han vuelto superconservadores.
Investigaciones, estadísticas, análisis y toda clase de trabajos lo prueban, pero es Alice Evans, profesora de Stanford que se ha dedicado a investigar este fenómeno de polarización observado en países económicamente desarrollados y culturalmente liberales, quien les da explicación.
Su hipótesis es que debido a la poca interacción real que tienen unos y otros, se han creado burbujas en las que el sesgo ideológico se retroalimenta constantemente desde las redes sociales en las que esta Generación Z se mueve a sus anchas. Comenzó con el movimiento MeToo que actuó como difusor de las ideas feministas entre las más jóvenes y enfrentó la percepción de lo que es el acoso sexual. Y desde esa diferencia los jóvenes comenzaron a posicionarse respecto a temas como la inmigración y la justicia racial.
Los datos que se han recopilado dan mucho qué pensar. En Estados Unidos los jóvenes americanos tienen puntos de vista más conservadores que sus padres o abuelos en temas de género. En 1994, el 16% de aquellos que tenían entre 16 y 25 años, creía que el lugar de la mujer era el hogar. En 2014, esa cifra había aumentado al 25%. Las estadísticas muestran que lo jóvenes creen que las mujeres quieren ganar poder mediante un mayor control de los hombres.
En el Reino Unido se ve cómo todos los grupos de personas, jóvenes o mayores, hombres o mujeres, se han vuelto más liberales en asuntos de inmigración o raza, a excepción de los hombres jóvenes. En Alemania, ellas son más progresistas en sus puntos de vista sobre la inmigración, mientras que ellos son más conservadores. En Polonia, el 46% de los hombres jóvenes votó a la extrema derecha, comparado con el 16% de las mujeres jóvenes. Y en España, más de la mitad de los hombres en esa franja de los 16 a los 24 años piensa que se ha ido demasiado lejos en las políticas de igualdad de género y ahora se sienten discriminados. El caso más extremo es el de Corea del Sur, donde esa división ha reducido el promedio de matrimonios y donde la tasa de natalidad ha caído hasta ser la más baja del mundo.
Mirarse con desconfianza, recelar los unos de los otros o hablar constantemente de toxicidad masculina no ayuda en nada y en cambio genera intolerancia. El algoritmo de las redes sociales está creando muros tras los cuales lo que ellas dicen se vuelve cada vez más incomprensible para ellos y viceversa. Que esperpentos como Andrew Tate o Roma Gallardo acumulen millones de seguidores son muestra de que no avanzamos. Lo más desesperanzador es que aquellos que apenas empiezan su adolescencia están creciendo en estas mismas burbujas ideológicas.