La anulación del nombramiento del presentador de TV Carlos Calero como cónsul de Colombia en San Francisco, Estados Unidos, retrata dos facetas (o incluso más) del país inescrupuloso que tenemos. Por un lado, está la práctica inveterada del pago de favores cuantiosos de cada gobierno a los anillos de lagartería que los rodean.
Ahora lo hicieron Juan Manuel Santos y su Canciller María Ángela Holguín, pero la galería de concupiscentes (deseosos de bienes materiales y placeres) parqueados a las puertas de Palacio, esperando su turno en alguna de las sedes del servicio diplomático, es extensa. Basta sacudir el archivo de la nómina de embajadas, para ver caer las hojas de vida de decenas de conocidos retoños del árbol genealógico de la clase política...