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Por Sofía Gil Sánchez - @sofiagilsanchez
Medellín fue el laboratorio ideal para comprobar que la fórmula para convertirse en tirano es simple. Basta con engañar a los ciudadanos –304.034 para ser exactos–, abusar del poder político –aumentando su patrimonio y favoreciendo a su círculo cercano–, gobernar de manera totalitaria –estigmatizando a la prensa y persiguiendo a opositores–, incumplir la ley –retrasando la declaración de renta, participando en política, incurriendo en detrimento patrimonial, malversando fondos y cobrando sobornos– y, finalmente, aceptar todo tipo de ayuda para perseguir sus sueños –latinoamericanos, en este caso–.
Daniel Quintero demostró que no existe la “independencia” para las víctimas de su propio ego, y que sí tiene un jefe, no sus ambiciones turbias, sino los estrategas que están detrás de ellas. Su política con tendencias populistas y medidas, casi desesperadas, para deslegitimar a sus enemigos imaginarios son órdenes de una consciencia externa de origen brasileño que cobra por sus servicios y responde al nombre de Amauri Chamorro.
Chamorro no es ajeno al panorama político, su experiencia se extiende por el espectro político de izquierda en Latinoamérica y se ha destacado por trabajar para Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Correa, Pedro Castillo y, el aspirante a caudillo, Daniel Quintero. El hábil en comunicaciones fue contratado, en múltiples ocasiones, por la Alcaldía de Medellín a través de la plataforma que solía ser el canal local y ahora es la agencia publicitaria de la administración: Telemedellín.
Dentro de las alianzas se encuentran dos contratos con el mismo objeto, pero con valores distintos. El propósito del contrato No 1048-20 y el No 0295-20 es “asesorar la conceptualización e implementación de estrategias de comunicación de la Alcaldía de Medellín”, su diferencia radica en que el primero es de $50 millones y el segundo de $150 millones. El año siguiente firmaron los contratos No 1334-21 por $17 millones, No 0872-2021 por $37 millones y No 0459-21 por $100 millones con un objeto simple de inferir: “apoyo en la conceptualización e implementación de estrategias de comunicación de la Alcaldía de Medellín”. Por último, las dos llaves del alcalde firmaron el contrato 0241-2022 por $100 millones para cumplir la misma actividad.
Telemedellín se estableció como otra de las redes sociales de Daniel Quintero y como la agencia de viajes que permitiría la llegada de las ideas de Chamorro a Colombia. La alianza no causa curiosidad sólo por los objetivos a largo plazo y la idoneidad de un canal que debería ser imparcial para contratar asesores personales del alcalde, sino que la empresa bajo la cual Amauri Chamorro firmó los diferentes contratos enciende alarmas.
El nombre que aparece en los convenios es Alfaro Comunicaciones, una compañía identificada con el NIT 88.299.753-0, para el 2020 y 2021, número del que no se encuentra información correspondiente en la Cámara de Comercio. A pesar de la imposibilidad de soportar la existencia legal del contratista, el documento fue firmado por Carlos Amauri Vanegas Chamorro y el objeto se llevó a cabo. Para elcontrato 0241-2022 el NIT de Alfaro Comunicaciones cambió mágicamente por 901.551.458-1, asociado a una empresa de Armenia representada por José Alejandro Arias.
El ego del alcalde, sus asesores y los lentes de Telemedellín lograron distorsionar la realidad creando una figura que pasó de ser un político camaleónico a un gobernante tirano y, si logra salirse con la suya, un líder latinoamericano con potencial de dictador. La certeza es que las enseñanzas pasaron de Chávez, a Maduro, a Correa, a su nueva camarada: Daniel Quintero Calle.