Es contradictorio cómo un virus que ha causado tanto daño social y económico, que ha matado a tantas personas, que ha evidenciado y ha profundizado las desigualdades sociales, al mismo tiempo ha representado un respiro para nuestro planeta.
El mundo entero está concentrado en superar el covid-19. Mientras que los científicos buscan a toda velocidad la vacuna, el personal de la salud busca salvar vidas. Y mientras todo esto ocurre, los gobiernos buscan encontrar fórmulas para evitar al máximo los contagios y al mismo tiempo atender las necesidades sociales que surgen y las que se exacerban en lo que va de la crisis.
Todo esto hay que hacerlo y va a tomar tiempo, pero debiéramos encontrar un modo de que lo que hoy es urgente no nos desvíe de otros asuntos de gran importancia y gravedad. Aunque el covid-19, con todo lo que implica, significa una gran amenaza, también hay que saber que pasará y cuando pase habrá otros problemas que enfrentar. Nuestro planeta y la humanidad siguen teniendo una amenaza superior como lo es el cambio climático.
Según la ONU, “después de más de un siglo y medio de industrialización, deforestación y agricultura a gran escala, las cantidades de gases de efecto invernadero en la atmósfera se han incrementado en niveles nunca antes vistos en tres millones de años. Las emisiones netas mundiales de CO2 de origen humano tendrían que reducirse en un 45% para 2030 con respecto a los niveles de 2010, y seguir disminuyendo hasta alcanzar el “cero neto” aproximadamente en 2050.”
Incendios, sequías, inundaciones, olas de calor, fenómenos meteorológicos extremos y aumento del nivel del mar son expresiones reales de lo que HOY pasa en nuestro planeta y cómo todo puede ser peor si no actuamos a tiempo.
Aterrizando en Colombia, es bueno recordar que según la ONU, somos uno de los países del mundo más vulnerables frente al cambio climático. Y, ¿qué hacer frente a esto?, pues tenemos mucha legislación y al mismo tiempo poca implementación. Quisiera recordar algunos hitos importantes sobre el tema: en 2001, Colombia presenta el primer ejercicio coordinado por el Ideam. Se comienza a reconocer que hay un problema y que el país debe buscar soluciones. En 2004, se realiza un inventario parcial de fuentes y sumideros de gases efectos de invernadero. En 2016, se obtiene el primer informe de emisiones para cada uno de los 32 departamentos del país. Y en 2018, se crea la Ley 1931 de 2018 “Por la cual se establecen directrices para el cambio climático”. Todo esto es muy importante, pero sin lugar a dudas, lo fundamental es aplicarlo.
En mi concepto, existe un elemento poco entendido por los gobiernos nacionales que suscriben acuerdos de cumbre en cumbre, y es que son las ciudades las llamadas a liderar los cambios fundamentales para generar resultados reales en la disminución de los gases de efecto invernadero. Las ciudades son los motores económicos de los países y sin ellas es imposible lograr los objetivos trazados. Y es claro que una transición hacia un modelo de desarrollo bajo en carbono es inaplazable.
Existen entidades a nivel internacional que lo han entendido, como son ICLEI, C40 y Ashden, entre otras. Hoy quiero hacerles un reconocimiento. Un ejemplo de trabajo en equipo es cómo desde Medellín avanzamos con su apoyo en acciones como los Corredores verdes, la movilidad eléctrica, movilidad sostenible y estrategias tendientes a mejorar la calidad del aire, entre muchas otras.
Este es un llamado para todos como sociedad, pues lo que realmente necesitamos es un CAMBIO CULTURAL y entre todos cuidar el planeta.