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Lo que hace falta es una política mucho más sólida de redistribución del ingreso desde el Estado y desde las empresas privadas.
Por Carlos Enrique Cavelier - opinion@elcolombiano.com.co
Nuestro ídolo, primer campeón mundial de boxeo, será siempre recordado por una frase que ha sido el as de burlas: “Es mejor ser rico que pobre”. Pero la verdad, observando el comportamiento del mundo entero, no es difícil encontrar que todos los países (con la excepción de las Venezuelas, Nicaraguas, Coreas de Norte) luchan enormemente por hacer crecer sus economías para que toda la población prospere.
La economía mundial empezó a crecer de verdad, para toda la humanidad, en la primera parte del siglo XX con los líderes de la Revolución industrial 150 años antes. Pero si lo midiéramos en minutos de los 200 mil años que nos hemos pasado siendo homo sapiens sapiens sobre la tierra, estos últimos 100 años de crecimiento equivalen a los últimos 40 segundos del día entero de la humanidad sobre el planeta: 40 segundos evitando el flagelo de la pobreza, de la falta de alimentos, de acceso a un trabajo estable; 40 segundos logrando el acceso a la salud que nos ha permitido la caída en la mortalidad infantil y el aumento en la expectativa de vida y llevar una vida más cómoda y lejos de enormes sufrimientos. Por ello, las afirmaciones sobre el decrecimiento y la Teoría del Club de Roma de algunos funcionarios del gobierno, son Maltusianas y románticas.
En términos de Colombia, hasta hace 100 años, habíamos crecido muy poco desde la Independencia. Pero a partir de 1985, para tomar los últimos 40 años, hemos quintuplicado nuestra economía. Y hemos reducido en 20 años la pobreza del 55% de nuestra población al 25%, dejando atrás la pobreza extrema llegando a un 6% en 2015. Obviamente, el retroceso durante la pandemia fue temporal, pero pronto volvimos a acercarnos a las cifras de la década anterior, objetivos que deben seguir en nuestro radar.
Claro, la mayor crítica al crecimiento económico colombiano es su muy desigual distribución, como ocurre en las otras economías latinoamericanas, las peores del mundo en ese sentido. Pero reiteramos una vez más que antes de la intervención del Estado, esa distribución es igual a la de varios países europeos. Lo que hace falta es una política mucho más sólida de redistribución del ingreso desde el Estado y desde las empresas privadas. Y sobre todo valorar el impacto en los hogares más pobres de cada punto de crecimiento económico que no es bajo.
El otro argumento a veces un poco irracional contra el crecimiento económico es su impacto en el efecto invernadero; y digo irracional cuando las grandes economías han desacoplado, ya por años, su crecimiento de su impacto en el calentamiento global. Obvio no es suficiente y debemos buscar que cada compañía y cada hogar logre el objetivo de ser carbón positivo, no dejando de ser muy urgente; en especial los que promovemos el crecimiento económico sostenible, pero sobre todo para la erradicación de la pobreza.
Sin duda en estos 40 segundos hemos estado mejor como país teniendo más recursos. Pambelé, nacido en la pobreza total de Palenque, que hace aún más contrastable su posición, tendrá razón sempiternamente.