Llegó la hora de la ciudadanía. Amarillean afiches y pasacalles, se desperfilan los ejercicios de Photoshop y ya dejamos de mirar algunos rostros llenos de botox para rejuvenecer filipichines. Olvidaremos algunas vallas a las que les sentaría bien un letrero de “se busca” (“también caerán”) en la parte superior. Y dejaremos de oír la saturación radial de propaganda política pagada y la subliminal que se sueltan comentaristas deportivos y pinchagujas. Dejaremos de ver lo que se ve y de oír lo que se oye.
En muchas partes se sentirán aliviados porque pesa más lo que no se oye ni se ve. La presión de los combos para que las comunidades se callen y voten por “el duro”. El estrés de los paterfamilias que se “apuntaron” en una campaña para recibir...