Las guerrillas colombianas le deben su longevidad al narcotráfico. A diferencia de otras organizaciones subversivas latinoamericanas que, ante la crisis de fondos de los años setenta y ochenta tuvieron que escoger entre la muerte en la ilegalidad o los pactos con los gobiernos de turno, grupos como las Farc o el Eln fueron salvadas por la siembra, producción y venta de droga. La cocaína, principalmente, les sirvió de combustible para mantener su utopía revolucionaria mientras aumentaban su chequera delincuencial con alternativas como la extorsión o el secuestro. La idea de tomarse el poder les “justificaba” moralmente los medios. En el proceso, lo sabemos todos, se convirtieron en el cartel narcotraficante más grande del mundo.
Ahora parece que...