Desde hace varios días estaba por escribir esta columna pero yo misma me decía que estaba pesimista; sin embargo llegué a la conclusión que no estaba afligida, ni abatida: el país va mal aunque Santos y sus áulicos digan lo contrario. Colombia es un país maravilloso, con dirigentes honestos a quienes no los manipulan y casi todos los compatriotas son seres extraordinarios. El presidente tiene a su favor algunos logros; sin embargo hoy tira todo por la borda al querer cambiar el rumbo de la nación por el afan del Nobel o, lo más grave, porque él y su hermano Enrique (el cerebro de este proceso) son castro-chavistas, o comunistas.
Columnistas responsables, personas ajenas a la política, intelectuales y gente del común, ricos y pobres, vienen redoblando...