Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
¿Te ha sucedido que no pasan más de diez minutos sin mirar para otro lado o revisar el celular? ¿Hablamos sobre la atención y de cómo enfocarnos en un mundo distraído?
* Director de Comfama.
Querido Gabriel,
“David”, dijo y esperó un momento. “David...”, repitió, sin obtener respuesta. Me puso una mano en el hombro y me sacudió. La miré, sentado en la hamaca, como saliendo de un trance. “¡Puede haber un terremoto y no sueltas el libro! Es impresionante tu capacidad de concentrarte... ¿Sabías que es una de las herramientas básicas para el aprendizaje?”, afirmó mi amiga sicóloga con una mirada amable, a pesar de que llevaba un rato ignorándola. Cuando era universitario tenía esa habilidad, podía memorizar la trama de una novela, era capaz de pasar horas estudiando o ver una película sin interrupciones. Pero eran los tiempos previos al ubicuo celular y aún no sufríamos de esta invasión de mensajes y estímulos ambientales que conlleva el trabajo moderno. ¿Te he contado que siento que estoy perdiendo la capacidad de concentrarme? ¿Te ha sucedido que no pasan más de diez minutos sin mirar para otro lado o revisar el celular? ¿Hablamos sobre la atención y de cómo enfocarnos en un mundo distraído?
Saber estar en un solo lugar, frente a un libro, ante una tarea o con una persona, sin distraernos, es un súper poder que siempre ha tenido un valor infinito. Pregúntale a sabios, artistas, emprendedores y filósofos. Nuestra mayor productividad laboral y creativa se origina al concentrarnos sin que nada obstruya el proceso de comprender, aprender y crear.
Mención aparte merece la delicia de pasar un tiempo completamente entregados a amigos o familia. Nada mejor que una cena en la que conversamos de ida y vuelta, prestándonos atención, conectados. Cuando nos concentramos en los demás, nuestra comprensión de ellos supera lo intelectual, se siente una conexión corporal y, si lo hacemos bien, casi una danza espiritual. El amor más puro, además, se goza en comunión, un estado que proviene del foco en ese “nosotros” conformado por los amantes.
“Estar concentrados es una habilidad fundamental para aprender y sacar el máximo valor a nuestras capacidades”, explica Cal Newport al comienzo de su libro Deep Work, Trabajo profundo, que contiene algunas claves para vencer el ruido y cultivar esta habilidad en la vida laboral. Sus propuestas bien podrían extenderse a otras dimensiones de nuestra vida.
“Las grandes mentes creativas piensan como artistas, pero trabajan como contadores”, dice David Brooks. Organizar y planear son herramientas claves para el trabajo concentrado en la era de las redes sociales. Separar los tiempos de lectura, escritura y respuesta a correos; definir espacios para crear, pensar, trabajar y para encontrarnos... esa ritualización de la vida es, según él, fundamental para lograr el foco. Por otro lado, este es el Yin de ese Yang, para trabajar enfocados hay que aprender, paradójicamente, a ser perezosos. El vacío, el silencio, los tiempos sin actividades ni planes son el complemento y la incubadora perfecta para los espacios en los que creamos y producimos con más efectividad.
Conversemos sobre este desafío de nuestra época, sobre cómo domesticar nuestra mente que divaga por la vida como una gallina de finca, siempre detrás del próximo maíz. Inspiremos la tertulia con ese viejo cuento del hombre que pregunta al maestro Ikkyu por el secreto de la sabiduría. En respuesta, este escribe en la arena del templo: “La atención”. “¿Eso es todo?”, insiste el discípulo. “La atención, la atención”, escribe de nuevo el maestro. “¿Pero eso qué significa?”, pregunta impaciente el hombre. “Atención es atención”, dice en voz alta Ikkyu, y se retira.