Por Laura Gallego Moscoso *
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En las cercanías del parque de San Javier, en el sector donde empieza la muy extensa y nombrada comuna 13, sobresale una casa muy singular. Es Casa Kolacho, y ella es una muestra poderosa de cómo la cultura ha servido para gestar eso que llamamos nuevas ciudadanías en diversos sectores de Medellín.
El espacio refleja lo que sus líderes han venido construyendo: un discurso diverso, incluyente y sensible que se materializa sobre dos bases sólidas: la posibilidad de crear, desde distintos lenguajes y expresiones artísticas, como un camino para desarrollar la humanidad de cientos, tal vez miles de jóvenes, que han encontrado en el arte una estrategia para consolidar nuevos vínculos, hacer parte de un colectivo y potenciar sus habilidades para la vida. Por otro lado, creer en sí mismo y en los otros como un abono indispensable para la construcción de confianza, esa que nos permite crear a varias manos y respetar al que no piensa o siente como nosotros mismos.
Casa Kolacho es un ejemplo poderoso de una red de instituciones de nuestra ciudad, con o sin sede, que han hecho que el arte y la cultura sean expresión viva de lo comunitario. A través de metodologías creadas con el concurso de muchos liderazgos barriales y de luchas sociales sostenidas en las tres últimas décadas, Medellín ha construido dos lecciones valiosas. La primera de ellas es el entendimiento de los lenguajes artísticos como proceso para la inclusión, la gestión social, y por qué no decirlo, como contenedor social que le da otras opciones no solo legales, sino creativas a nuestras niños y jóvenes.
Por otro lado, e igual de importante, es la comprensión del arte y la cultura como procesos sociales que no solo ocurren en los grandes museos o al lado de piezas de reconocidos artistas. Lo que sucede en el barrio, mediante la música, los cantos, el grafitti, entre otros, es también parte activa de nuestro patrimonio, y debe ocuparnos -intersectorialmente- para desarrollar una gestión que permita no solo la supervivencia de estas iniciativas, sino su fortalecimiento.
En Proantioquia iniciamos, desde la semana pasada, una serie de conversaciones y visitas a líderes y colectivos que vienen defendiendo la idea de cultura viva comunitaria. Creemos que sus voces, experiencias y saberes no solo son importantes, sino insustituibles para la construcción de una agenda cultural de ciudad incluyente, promotora de la diversidad y que avance en la democratización del arte y la cultura, descentralizando la oferta y potenciando los aprendizajes que se han creado por instituciones tanto grandes como chicas.
Por lo pronto reconocemos un sector, que aunque afectado por la pandemia, cuenta con enormes capacidades para la reflexión, liderazgos responsables, -como los reconocidos Capitán J o Jeihhco, por poner ejemplos concretos- y el desarrollo de una apuesta de ciudad plural. Reconocemos muchos retos más allá de la financiación e insistimos en el compromiso con la formación de más personas, que a través del arte puedan encontrar no solo opciones de desempeño profesional, sino un contacto con lo que nos hace más sensibles, más humanos y mejores ciudadanos.
Los invitamos a acercarse a estas iniciativas, a visitar sus espacios y, sobre todo, a seguir reconociendo el rol privilegiado de las expresiones artísticas para la construcción de la sociedad que nos soñamos * Presidenta Ejecutiva (e) de Proantioquia.