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Crecer después del 2020

Tras meses de terapia, descubrieron que partiendo de hechos ocurridos durante la pandemia, la niña había empezado a tener episodios de temor que alteraron su sistema neuronal.

06 de junio de 2023
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  • Crecer después del 2020

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Todos recordamos la pandemia como algo reciente, no somos capaces todavía de distanciarnos de algo que no hemos superado del todo y tal vez por eso, hemos pasado silenciosos, sin detenernos, en las consecuencias de ese tiempo raro que vivimos en el 2020.

Unos se ríen de lo que vivieron en cuarentena, otros agradecen porque el encierro desató decisiones que se habían postergado, hay quienes recuerdan ese tiempo todavía con miedo, y existen otros con menos voz, a quiénes no hemos escuchado lo suficiente: los niños.

En el último episodio del podcast Mis Preguntas de Roberto Pombo, el periodista se refiere al caso de una niña de nueve años que desde el año pasado empezó a tener episodios de migrañas muy fuertes, tanto, que en uno de esos se olvidó de cómo caminar.

Sus papás, desesperados de no encontrar un diagnóstico claro, acudieron a todos los médicos hasta detectar que su hija, necesitaba además de un tratamiento médico, un acompañamiento psicológico que le ayudara a gestionar sus emociones.

Al parecer, y tras meses de terapia, descubrieron que partiendo de hechos ocurridos durante la pandemia, la niña había desarrollado un miedo a la muerte de sus familiares y había empezado a tener episodios de temor que alteraron su sistema neuronal.

La narración de esta historia me hizo pensar en mi embarazo. Nos encerraron cuando apenas cumplía tres meses y tal vez cuando tenía siete, hice la reflexión junto a mi esposo sobre lo nocivo que estaba siendo para nuestra hija y para ambos, esa conversación permanente sobre cuántos muertos había en el mundo en un día, cuándo llegaría la vacuna, el conocido que había muerto, el familiar que había enfermado, el temor de los viejos por salir.

Para ese entonces yo trabajaba en un medio de comunicación que permanentemente daba cifras y datos sobre el virus. Pocas veces nos detuvimos a conversar de otras cosas y ni siquiera nos preguntaban sobre nuestro estado de salud mental.

Muchas familias vivieron los despidos del trabajo de alguno de sus padres, padecieron la enfermedad de familiares y vivieron un tiempo largo de ansiedad que se trasladaba a los niños de manera silenciosa.

“Ellos son los más inteligentes”, “se adaptan muy fácil”, “algunos ni van a recordarlo”, decían muchos papás.

Sin embargo, en las investigaciones que la OMS realizó después del 2020, aseguran que la falta de rituales sociales, la escasez de contacto con otras personas, la falta de intimidad, la ansiedad de los cuidadores y las conversaciones familiares sobre el virus, tienen consecuencias en muchos niños y adolescentes, generando hoy datos tan preocupantes como que en Colombia, por ejemplo, la tercera causa de muerte en niños de los 10 a los 14 años, es el suicidio.

¿Cuáles son las señales de alerta que debemos identificar en los niños? ¿Qué hacer en un país que tiene escasez de psiquiatras y que todavía parece no haberle dado prioridad a la salud mental?

Insisto en el tema, que es poco, ¿qué más podríamos hacer?

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