Escuchó su intuición, ese hermoso susurro interior en el que no media la razón y que tantos desprecian, ella lo invitaba a marcharse y explorar su propio ser junto a su hijo. Mientras me contaba acerca del viaje de iniciación que había emprendido con él, para que conociera sus raíces y en medio de la naturaleza descubriese su sitio en su cultura y en el mundo, un trago de vino me hacía reflexionar sobre la potente experiencia y la responsabilidad multidimensional que debe significar un hijo, sobre los que decidimos no tenerlos, los que asumen como suyos los ajenos y sobre cualquier otro modelo amoroso de crianza. Oírlo describir situaciones y aventuras era descubrir la importancia de la cercanía y la intimidad entre pares, era entender que las demostraciones de amor más profundas, pueden ser solo un gesto, una mirada o un símbolo.
No tengo hijos, tuve cientos de alumnos, creo que en la docencia se construye muchas veces una relación casi filial, conservo vínculos inolvidables con algunos de los que estuvieron cerca de mi en sus años de formación profesional, en las largas horas que pasábamos en el taller de diseño, se buceaba en el interior para descubrir y construir el lenguaje propio que identificase los proyectos de tal o cual individuo, las largas horas de reflexión y conversación acerca de sus trabajos permitían conocer íntimamente al otro, esta semana felicité por su cumpleaños a uno de los muchos alumnos que tuve cerca. Me respondió con unas palabras que reflejan su gratitud, “siempre estarás en mi mente con tus enseñanzas y en mi corazón por tu forma de ser”. Pensar que el recuerdo aún pervive después de décadas, es un regalo que te da la vida.
Luego de sortear porteros, seguridades industriales, requisitos legales y largos caminos, llegamos al sitio, ser testigos de primera mano del inmenso amor y del respeto que todos sienten por su líder que cumplía cien años, resultaba conmovedor, cada uno demostraba su afecto y admiración desempeñando su papel de la mejor manera ... dando lustre al piso, recogiendo la basura o iluminando su rostro al referirse a “papito”, como muchos lo llaman. Aún hoy él asiste a su trabajo y almuerza en el comedor de la fábrica, como uno más de los miles que van allí a diario, para él, su trabajo y sus empleados son sus amigos y la felicidad, son el mejor de los regalos en el largo viaje que ha significado su vida.
Hace doce años le robó un beso y hoy siguen juntos, construyeron una hermosa relación de adultos que se aman y apoyan profundamente como cómplices, decidieron que en su vida emprenderían otro viaje más que los ha llevado a las más recónditas geografías del amor y del planeta, con un pequeño gesto y unas palabras, que como dice un amigo común, son las más cursis del mundo, celebramos ese vínculo, tejido con miradas, gestos, afecto y poemas.
Hay semanas en las que por momentos se abandona este calvario y el amor te reivindica con la vida.