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Si hay algo que nos inspira como nación es la admiración por los deportistas. Al pensar en una alegría que nos una a todos no se me ocurre otra que aquella que nos brinda el deporte.
Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos
¿Qué hace que los encomiables deportistas elijan el sacrificio y la disciplina para estar en unos juegos olímpicos? ¿Qué los motiva para que al llegar a la meta luzcan la bandera de una patria que no les demuestra el cariño que merecen? ¿Por qué aman a esa patria que les dio la espalda? Amo profundamente a mi tierra, mis ancestros, vibro con los himnos, pero eso de hacer las cosas por la patria me suena a discurso politiquero trasnochado.
Esa patria que envía a los soldados a la guerra es la misma que condena a los deportistas a la desventura de tener que ganar siempre. Por poner un ejemplo, Nairo Quintana, ganó el giro de Italia y la Vuelta a España, pero para ella, devoradora, insaciable, y para muchos patriotas de sofá, nunca será suficiente, así Nairo suba a la luna en bicicleta y de la vuelta al sol en una sola llanta.
Podría seguir con una lista larga de grandes deportistas a los que esta patria desagradecida no les ha reconocido su gran valor y los rechaza por un trino, por su posición política o porque simplemente no ganaron. Los deportistas como niños culpables buscan el afecto de la patria. Sacan la bandera para llamar la atención de esa madre que los dejó huérfanos.
Para ser escuchados en su país tienen que ganar una medalla que quedará para la historia como el logro de una patria que hizo poco o nada por ella. Ser deportista olímpico en Colombia — con contadas excepciones—, es vivir con las uñas, y si esa patria le da un peso se lo cobra como si le estuvieran haciendo un favor y no una responsabilidad presupuestal.
Si hay algo que nos inspira como nación es la admiración por los deportistas. Al pensar en una alegría que nos una a todos no se me ocurre otra que aquella que nos brinda el deporte. Pero la patria a la hora del apoyo los ignora. En general, un deportista colombiano le debe sus triunfos a su amor propio, al esfuerzo, la terquedad, al apoyo de su familia, los amigos, los entrenadores y, en muchos casos, a la empresa privada, pero en un poco porcentaje a la patria.
Históricamente, la patria hace poco, y cuando lo hace, no hay quien se la aguante pidiendo que se lo reconozcan. Ella aparece mágicamente cuando un deportista logra un triunfo, se toma fotos y promete la seca y la meca, perdón, la beca. Un espectáculo mediático en el que los deportistas no tienen otra opción que participar. Ojalá que esta patria apoyara a sus deportistas antes de ganar algo, que el día de mañana ningún deportista tuviera que hacer rifas, eventos y prestar plata con paga diarios para participar en una competencia.
Patria, tápame la boca, invertí más en esos hijos e hijas tuyos que han tenido la grandeza de demostrarte su amor, y darnos, a los que vemos desde el sofá, las alegrías que los representantes tuyos nos niegan.