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Se avecina un año largo en el que, más que nunca, se pondrá a prueba la tradición democrática de esta ‘tierra estéril para la dictadura’.
Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com
“La certeza de victoria en la campaña por la recuperación cívica de la patria descansa en el conocimiento de una constante, pudiera decirse una ley histórica, expresada en clásica síntesis inolvidable: ‘Colombia es una tierra estéril para la dictadura’. Es cierto que el sorprendente contubernio de factores extraños ha determinado el actual eclipse de esa ley; pero nadie ignora que tal contubernio está destinado a desmenuzarse y caer hecho polvo. Quedará confirmada, una vez más, la inmarcesible y gloriosa tradición colombiana”, así cerraba la Declaración de Benidorm, pronunciamiento conjunto de Laureano Gómez y Alberto Lleras Camargo el 24 de julio de 1956, uno de los eventos clave para consolidar el fin de la dictadura de Rojas Pinilla e iniciar el Frente Nacional.
“Esa palabra ‘raza’ es de los fascistas. La raza no existe; la construyen los seres humanos. O, si no, pongan una perra Cocker Spanish [sic] en la calle en época de celo y verán que no son los Cocker Spanish [sic] los que llegan”, dijo el presidente Petro en una alocución presidencial transmitida por televisión nacional esta semana.
Fue uno de varios excelsos apuntes realizados por la dignidad presidencial durante esa noche.
“Y a mí nadie que sea negro me va a decir que hay que excluir a un actor porno”, se le escuchó también al presidente, dirigiéndose al ministro de la Igualdad, en la transmisión del Consejo de Ministros posterior a su alocución.
“Pero también somos descendientes de negros y yo debo tener sangre negra. Hay un Petro y un Festival Petro por allá en Haití”, añadió después, entre sus comentarios sobre el COVID, el Imperio Romano y Wall Street.
“Uno de los mayores problemas de este gobierno es la pelea, la vendetta a muerte, más entre las mujeres (...) Yo me paso el 80 % de mi tiempo atendiendo los conflictos entre las mujeres”, soltó también el presidente frente a todo su gabinete, donde nadie pareció sorprenderse.
“En los municipios cercanos a Doradal salieron a manifestarse y tumbaron los bustos de Bolívar para poner el de un hipopótamo (...) Por eso tantos muertos: cuando se instala un hipopótamo en vez de Bolívar se termina adorando a Pablo Escobar. Que le pongan un monumento entonces, a ver si se vuelven famosos en el mundo”, añadió de forma sucinta en otro despliego de lucidez en vivo para todos los colombianos.
“El Estado va a quebrar. Todas las cifras lo dicen. Y nos hundimos en la barbarie y la violencia, y no en este gobierno, sino después. Yo hablo aquí con los asistentes, pero se me olvida que la mayor existencia está detrás de esa cámara; todavía no puedo hablar con las máquinas. Problema que he tenido todo el tiempo porque soy socialista: los socialistas no hablamos con la máquina, hablamos con los seres humanos; otros hablan con las máquinas, nosotros no nos embrutecemos”, fue otro mensaje “tranquilizador” del jefe de Estado.
“Dan ganas de vomitar. Estoy pálido en este momento, pero bueno...”, un sentimiento que, al parecer, no comparte solo el presidente, sino muchos más que vemos cómo —mientras nos distraen y confunden sobre la tragedia humanitaria de la salud, daño inducido con sevicia por el propio Gobierno Nacional— se diluye cada vez más la cordura de la dignidad presidencial.
Se avecina un año largo en el que, más que nunca, se pondrá a prueba la tradición democrática de esta “tierra estéril para la dictadura”.