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La elección de Mamdani ha llamado la atención, sobre todo, por lo que representa su perfil.
Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com
El evento noticioso más sonado de la semana a nivel internacional fue algo inusual: el resultado de unas elecciones locales, por el triunfo de Zohran Mamdani como nuevo alcalde de Nueva York.
La elección de Mamdani ha llamado la atención, sobre todo, por lo que representa su perfil: quien gobernará la ciudad sede de Wall Street es musulmán, nacido en África y de ascendencia india, apenas supera los treinta años, se identifica a sí mismo como socialista e hizo campaña alrededor de congelar los arrendamientos, ofrecer transporte y cuidado infantil gratuitos y aumentar los impuestos a los “ultrarricos” (siendo Nueva York uno de los lugares del país donde más impuestos se pagan ya).
Un perfil que, sumado a su exitosa y llamativa estrategia en redes sociales, ha llevado a muchos a interpretar la victoria de Mamdani como un cambio de viento político y una hoja de ruta contracorriente para derrotar a Donald Trump.
Debo discrepar.
Primero, porque el resultado no me parece tan sorprendente dadas las tendencias políticas de la ciudad: Nueva York no se parece al resto de los Estados Unidos. Es un bastión del Partido Demócrata y, en general, de las tendencias más progresistas del país: el candidato demócrata ha triunfado en la ciudad en las últimas diez elecciones presidenciales, duplicando o incluso triplicando a los republicanos.
No solo eso: su competencia era particularmente débil. Andrew Cuomo arrastra años de escándalos que terminaron en su salida del cargo de gobernador; el actual alcalde, Eric Adams, está envuelto en sonados escándalos de corrupción; y el candidato republicano Sliwa, sin conocerlo, con su boina “chavista”, no transmite una impresión seria.
Más que una “ruta” para vencer a Trump, si las promesas populistas de Mamdani fallan, podría producir el efecto contrario: que la “radicalización” del partido se convierta en un flanco débil para los demócratas en swing states de tendencia más conservadora.
Del resultado en Nueva York, uno de los mejores análisis con una visión de largo plazo me pareció el de Janan Ganesh en el Financial Times: la victoria de Mamdani es otro caso del giro estructural de las grandes urbes en todo el mundo hacia la izquierda, donde la población urbana defiende y vota por causas a menudo distintas a las de la ruralidad, creando tensiones. Incluso en el caso colombiano, se podría decir que las ciudades no votan igual en lo local que en lo nacional: Medellín apoya alcaldes y causas locales mucho más “progresistas” que su tendencia en las elecciones presidenciales.
Pero, sobre todas las cosas, lo ocurrido en Nueva York responde a un fenómeno en el que son verdaderos líderes: los precios de la vivienda. Según The Economist, los hogares que ganan menos de US$70.000 destinan 54% de sus ingresos al arriendo. Para pagar cómodamente un modesto apartaestudio en 2024 habría que ganar US$151.600 al año, 50% más que en San Francisco, una ciudad célebremente costosa. Mamdani, al apelar al costo de vida —en particular con su propuesta, que probablemente agravaría el problema, de congelar los arriendos—, cautivó a los votantes más jóvenes y de menores ingresos, asegurándose la victoria.
Una lección trasladable a una ciudad como Medellín, con un costo de vida y de arriendos en alza...