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De la mediación a la ruptura

El camino hacia la renovación política hoy debe ser el radicalismo ético; de lo contrario, seguiremos poniendo vino nuevo en odres viejos.

09 de febrero de 2024
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  • De la mediación a la ruptura
  • De la mediación a la ruptura

Por Aldo Cívico - @acivico

¡Enhorabuena! Una ciudadanía activa y crítica, así como medios como este periódico, lograron lo que la política no tuvo la valentía de hacer: impulsar al cuestionado personero distrital a retirar su candidatura. Hace un par de días, ante escándalos que se intensificaban como la crema batida, William Yeffer Vivas anunció su retirada. No era de ninguna manera defendible reelegir al actual personero, quien no supervisó adecuadamente la administración de Quintero y enfrenta acusaciones de nepotismo y nombramientos cuestionables.

Ante la indignación ciudadana por la posible reelección de Vivas, los concejales se refugiaron detrás del formalismo del proceso de selección por meritocracia. Se justificaron argumentando que el 90 % del proceso ya estaba completado y que solo evaluaron las respuestas a tres preguntas generales e inocuas preparadas por el Politécnico Grancolombiano. Pero sería ingenuo pensar que los concejales actúan como simples burócratas apegados al formalismo; ellos tienen suficiente experiencia para saber que cualquier acción u omisión tiene un significado y un propósito político; que una alta evaluación de las respuestas del personero también era una señal política, fruto de guiños, mediaciones, cálculos y conveniencias. Por eso, con razón, la ciudadanía se indignó y se hizo oír.

Pero más allá de la situación actual, lo ocurrido con la posible reelección del personero merece una reflexión más profunda. La propongo desde mi propia experiencia política, habiendo militado en Italia en los años noventa en un partido que adoptó la intransigencia ética como método para combatir el sistema de corrupción que humilló a la democracia italiana. Estamos acostumbrados a entender la política como el arte de la mediación, que consideramos necesaria para alcanzar el poder e imponer nuestras ideas. Seguimos convencidos de que aceptar el mal menor es la mejor manera de evitar el mal mayor. En condiciones normales, ciertamente la mediación es el camino preferido de la política; es justo y correcto hacerlo así. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a un sistema de corrupción, la mediación no es efectiva porque termina perpetuándolo en lugar de combatirlo y superarlo. Al enfrentarnos a un sistema de corrupción, las prácticas políticas convencionales no son sostenibles. Por lo tanto, la profunda crisis política y moral que vive el país hoy requiere abrir un nuevo camino: el de la ruptura sobre la mediación. Es decir, romper con las lógicas habituales para enfrentar los desafíos que los temas éticos y morales plantean a la política actualmente.

Por ende, el camino hacia la renovación política hoy debe ser el radicalismo ético; de lo contrario, seguiremos poniendo vino nuevo en odres viejos. Inevitablemente, el resultado será que, mientras se invoca lo alternativo y lo nuevo, se afianzarán lo viejo y lo común. Para renovar la política, no basta con un discurso anticorrupción ni ser personas fundamentalmente buenas y honestas. No es suficiente hacer cosas nuevas; es necesario hacer nuevas las cosas. Esto exige la valentía de actuar con intransigencia ética, cambiar las reglas de la política, mantener una coherencia rigurosa con lo que se proclama, denunciar toda forma de corrupción y promover invariablemente el bien común.

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