Por Félix Alejandro Alzate B.
Los antioqueños estamos asistiendo en vivo y en directo a una de las pugnas de poder más feroces que se recuerden entre un político y el sector empresarial de Medellín. La pelea es por demostrar quién manda, y por el control de la golosina más calórica del sector público colombiano: Empresas Públicas de Medellín.
El político tiene el respaldo de los votos obtenidos en octubre del año pasado, donde ganó sobrado, exhibiendo unas vallas donde decía “sin jefes, sin partidos”. Es primíparo en el poder, arrogante y sobrador y va a lo suyo sin considerar que deba rendirle cuentas a nadie (salvo, quizás, a un expresidente liberal y a su hijo).
En la otra esquina del cuadrilátero municipal, una clase gremial que, como corresponde a la definición de gremio, es un conjunto de poderes agrupados para defender sus intereses sectoriales. Y ambos, político y gremios, dicen que luchan por los intereses generales, y nosotros nos lo vamos a creer ya mismo.
El político denuncia que los empresarios dominaban la junta de EPM, que solo cuidaban sus intereses y no los de la compañía. Los empresarios y sus gremios se agitan porque el político les quitó el control y se apropió de toda la golosina.