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Juan Gómez Martínez
Columnista

Juan Gómez Martínez

Publicado

Debilidad doctrinaria

Por juan gómez martínez

redaccion@elcolombiano.com.co

Tenemos a un alcalde que, además de querer acabar con la ciudad, se apoya en la debilidad de unas conciencias que prefieren un cargo público a su fortaleza doctrinaria. Eso ocurre con los concejales que se dejan seducir por unas dádivas, que les impiden sostener una posición digna y leal con quienes creyeron en ellos para elegirlos a la posición que hoy ocupan.

Además de los desastres que hemos mencionado en artículos anteriores: Jardín Botánico, huecos en las vías, Parque Norte, desorden en el tránsito, basuras en las calles y zonas verdes, Hidroituango, Cuerpo de Bomberos, Ruta Norte y mucho más, ahora se viene contra el Dagrd, la entidad que, en esta época de fuertes lluvias, es la llamada a salvar a los habitantes de menores recursos, que son quienes padecen las tragedias a consecuencia del invierno. Pero eso no le interesa al burgomaestre, su misión es frenar a Medellín, así sea con los muertos de los siniestros invernales, producidos por los derrumbes o a consecuencia de los incendios.

La compra de conciencias débiles le ha dado buenos resultados para conseguir el fin último de su misión, como es la destrucción de la ciudad. Quiere satisfacer los deseos de sus jefes políticos. Quiere frenar el desarrollo de una ciudad encomendada a él, quiere destruir todo lo que signifique una ciudad amable, de progreso, ejemplo para muchos. La misión que debe cumplir no le interesa. Para él, como alcalde, es más importante comprar conciencias para que traicionen a sus jefes y promotores y así poder destruir la ciudad que, en mala hora, se le ha encomendado.

La derogatoria del mandato progresa, ya se consiguió el triple de las firmas necesarias para llamar a votaciones, Medellín no quiere a un alcalde como el elegido, con los engaños de una campaña bien planeada para conseguir el fin perverso de traicionar a un pueblo. Medellín merece respeto y lo exigiremos con una caudalosa votación para esa revocatoria, la que ha querido interferir hasta con amenazas de emisarios o de gente de su corriente política. Esos actos muestran la calidad del personaje que se eligió con unos votos de inocentes ciudadanos.

Medellín tiene que recuperar el tiempo perdido. Necesitamos a un alcalde que de verdad quiera la ciudad, que vuelva por la mejora de las calles, que entienda que las basuras no son adorno de las zonas verdes, que organice el tránsito, que no atente contra las Empresas Públicas de Medellín, que arregle el problema de Hidroituango en lugar de tratar de atajar esa gran obra que beneficiará a todo el país, que quiera el Jardín Botánico y lo apoye como se hacía hasta la llegada de este extraño. Un alcalde que no piense en el beneficio personal y en el de sus amigos y allegados, que haga justicia con los vendedores callejeros y los mantenga en un lugar con todos los servicios y no al sol y al agua. En fin, necesitamos a un alcalde que entienda que su función siempre es pensando en el beneficio de los ciudadanos

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