De la historia sagrada, que nos enseñaban en la primaria, lo que más me gustaba eran las láminas. Sansón y los filisteos, y el templo pagano cayéndose hecho pedazos; Judith y Holofernes, y la hermosa israelita con la cabeza del opresor colgando de sus manos ensangrentadas.
Al Señor se le fue la mano en ayudar a su pueblo. Al pueblo que escogió como paisanos de su hijo. Pero también les dio verraquera. David, el gran rey David, desde adolescente demostró su valor, cuando con un caucherazo u hondazo, se le enfrentó a Goliath. Siempre admiré al Rey David desde que con una honda, siendo un niño, liberó a su pueblo de un ejército enemigo y opresor que ostentaba a un enorme gigante como su bandera de guerra.
Así, admiré siembre a los toreros, hombres...