Empezó a convocar a los dioses del Tíbet en el resistero del mediodía, cuando el quórum de principales se había esfumado. Al concertista Miguel Ángel Bedoya Gil, de la unidad de víctimas, le importó un bledo el escueto auditorio y siguió adelante con su plegaria musical.
A su alrededor se sentaron esperanzadas fragilidades de “Mujeres caminando por la verdad”. Se ubicaron sobre toneladas de escombros depositados desde los tiempos de las múltiples operaciones “Orión” que se dieron. La ilusión de los familiares es encontrar los restos de sus seres queridos para decirles que el olvido no figura en su agenda. Y darles cristiana sepultura bajo el sol.
Sudoroso, Bedoya desplegó los cuencos originarios del Tíbet y empezó a arrancarles silenciosos sonidos...