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Ramiro Velásquez Gómez
Columnista

Ramiro Velásquez Gómez

Publicado

Despertamos

Se destila odio, se insulta, blasfema y se calumnia a personas de toda clase. Lugares donde se cae en manada a quienes son acusados por algo así provenga de un panfleto, pero... ¡qué sería de nosotros sin las redes sociales!

Redes activistas y empoderadoras, concepto reciente del movimiento social que nos ha facilitado denunciar corrupción y maltrato, promover cambios sociales, ayudar a que personas reciban atención sanitaria o buscar justicia en situaciones oprobiosas o de desigualdad y encontrar personas, perros y gatos.

Nos abrieron los ojos ante los abusos del poder, sumando voces y concitando protestas para denunciar corruptos y exigir reconocimiento a derechos negados por grupos, creencias o gobiernos neoliberales, como el colombiano, que benefician a los poderosos y se acercan al fascismo para perpetuarse, generando indignación. (Recuérdese la primavera árabe).

Con ellas han surgido y adquirido nivel medios periodísticos sin los cuales no conoceríamos aquello que la prensa tradicional tapa, que en las redes encuentran su nicho de audiencias desencantadas con el tradicional periodismo gobiernista.

Por ellos sabemos de procesos que tiene guardados la Fiscalía contra conocidos políticos y personajes, la ñeñepolítica sobre la posible participación del narcotráfico en la elección de Duque, los negocios raros de los hijos de un expresidente eterno, el caso del hijo de un exgobernador antioqueño; o cómo el gobierno violenta la paz y calla ante las masacres, mientras el Congreso decide contra el colombiano raso.

A veces se convierten en plañidera sosas, pero han cohesionado ciudadanos de las más variadas regiones, pensamientos y actividades. No han solidificado nuestro precario nacionalismo, sentimiento escaso en el colombiano, pero sí permitido compartir ideas y visiones del mundo y el país que advierten sobre el rumbo desastroso por el que camina Colombia.

De no ser por las redes sociales no habría esa aglutinación de ciudadanos inconformes con los últimos gobiernos, que piden un cambio. Auge que no han podido detener los bots ni las bodegas gubernamentales pese a inversiones millonarias y amedrentamiento (las listas de tuiteros perfilados por el Gobierno Nacional, o el caso de Medellín). Por eso el interés en la censura.

Usadas por el poder y sus seguidores para magnificar logros, desacreditar opositores, y alentar el matoneo contra estos, su gran contribución ha sido al despertar de la ciudadanía, no esa de bien o de mejor familia como se creen unos sino aquella que padece las decisiones abusivas del poder.

Esa que necesita un cambio.

Maullido: vamos a ver quiénes roban la ayuda para Providencia.

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