Se acerca la época más esperada. Llega el mes de la alegría, la parranda y la animación. Ya están a la venta toda clase de luces y adornos, huele a natilla, buñuelo y percibo en mi boca un pedazo de chicharrón recién rostizado.
A la vuelta de la esquina está diciembre.
Es tiempo de que cambie mi foto de perfil en Facebook y que ponga la del Grinch, porque al igual que ese duende verde y arrugado, yo también odio la Navidad. O por lo menos la que esta cultura del Sagrado Corazón se ha inventado en las últimas décadas.
Una de las razones por la que detesto este mes es por la lucha intervecinal por tener la casa mejor alumbrada. Incluso hay concursos que premian la mejor cuadra de la ciudad.
¿Tantas luces y arandelas para qué? Si las familias por...