Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Los seres humanos somos islas que caminan, nos encontramos con otras islas, compartimos frutos y conversas, compartimos las tristezas y el conocimiento.
Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com
Todavía recuerdo la cara de orgullo que tenías cuando me regalaste el libro de poemas de tu hija Carolina Gaviria. “Especies migratorias” era tan lindo, tan bien editado, que me provocó envolverlo en una tela delicada para que no le pasara nada. Lo guardé entonces en medio de dos libros más grandes para protegerlo de esas cosas que siempre se mueven en un morral. Cuando llegué a casa ese jueves, encantado y feliz, porque desde hace un año y medio siempre llego así de contento a casa, recuerdo que abrí el libro y leí: “En el silencio de los animales me expando, cubro todos los bosques con una mirada, veo la respiración del mundo en la exhalación de los árboles”. Ya era tarde y la casa se hizo aún más silenciosa. Ya era tarde y los árboles de mi balcón me escucharon, seguí leyendo en susurros porque así me lo pidieron.
El sol se precipita, “roza encantando las copas de los árboles y llega al océano Pacífico, se lanza intenso, se sumerge caliente, ahonda metros kilómetros abajo hacia su muerte diaria en la oscuridad”. Yo no quería parar, los murciélagos que iban y venían sobre mi cabeza querían seguir escuchando, esa escritura provenía del fondo de la tierra, de las partículas del aire, de la espuma del mar, de la naturaleza profunda que como humanos, ignoramos con tanto esmero; pero que tu hija, Luzca adorada, supo escuchar. “Saber cómo se siente expandir mi centro y envolver con manzanilla ver la naturaleza viva, pura en casa. Pero vivo en un río que ha sido lluvia, cascada, vapor de volcán, saliva de mamíferos, goteo derretido que desciende del glaciar”.
Los seres humanos somos islas que caminan, nos encontramos con otras islas, compartimos frutos y conversas, compartimos las tristezas y el conocimiento. Nadie sabe, en un principio, a qué vinimos, y tampoco sabemos, al fin, por qué nos vamos y cuándo. Todo es tan misterioso en la vida, pero llegará un día en “que lo junto se separe y lo que está separado vuelva a estar junto”.
No sé cuál habrá sido el último pensamiento de tu hija, ¿quién es capaz de saber qué es lo último realmente? Puede que nada sea lo último, apenas somos una leve transformación en este universo magnífico e inexplicable. Pero quiero pensar, como Carolina escribió en ese poema nombrado ‘Deseo’, que ya era hora de sentirse así, como si estas palabras escritas fueran parte de su testamento: “Que el musgo y los líquenes me recubran en la humedad de la tierra hecha de mar y mangle, con ermitaños, hormigas conga, y los hilos de hongos subterráneos que mantienen a los árboles en pie”.
Luzca, no te había dicho nada de este libro que me diste, y que es tan bello, y que hoy es mucho más especial para mí. Las palabras se dicen cuando se tienen que decir, las palabras acompañan siempre. “La muerte no interrumpe nada”, dice el poeta Luis Rosales, pero, a veces, nos cuesta entender que somos especies migratorias.