Por Tomás Porras Naranjo
Universidad Pontificia Bolivariana
Ingeniería Eléctrica, 4° semestre.
tporrasn@gmail.com
Estancado en su mundo de fantasía, el presidente Iván Duque comienza a sentir, entredormido, el retumbar de las cacerolas. En medio de su letargo profundo convida a sus ministros para analizar la situación; concluyen que todo marcha bien: que la economía naranja avanza decisivamente; que Colombia es todos los días un país con más oportunidades; y que la legitimidad de su gobierno es incomparable. Le recuerdan los días en que gobernaba Juan Manuel Santos, y lo convencen de que gracias a su gestión ha evitado que Colombia se convierta en una segunda Venezuela. Alegre por los resultados sin precedentes de su administración, devuelve el cumplido a todos los miembros su gabinete, y decide dirigirse a su pueblo, al compás del sonido metálico que recorre la ciudad, para repetir su frase favorita: “los estamos escuchando”.
En su discurso defiende la Colombia Profunda, esa compuesta por los empresarios y los ricos; ahonda en las graves situaciones nacionales de conflicto, como los robos de ropa extendida en Vichada; y siguiendo nuestra tradición histórica, califica de accidentales las muertes de niños inocentes, porque esas son cosas normales que ocurren en la guerra.
Pero cansado de escuchar la algarabía fuera del Palacio, decide anunciar una medida renovadora y contundente para cambiar de una vez por todas el curso de la historia colombiana: tres días sin IVA. Así, ya nadie se llevará la ropa colgada en los patios traseros, porque el descuento del 19 % patrocinado por el Estado la hará más asequible para todos; se reactivará la economía, porque tres días libres de impuestos pueden hacer lo que no se logra en trescientos sesenta y cinco; y en fin, se acabará el escándalo en las ciudades, porque sin ruido todo se ve más bonito.
Finalmente el Presidente informa que gracias al Esmad se ha frustrado el objetivo de los infiltrados de Venezuela, confabulados con el Foro de Sao Paulo y convocados por el innombrable (Gustavo Petro), y agradece la labor impecable del escuadrón por garantizar el orden, lamentando nuevamente la muerte accidental de un menor de edad que, en palabras de sus copartidarios, hacía parte de un grupo de encapuchados, y seguramente recibía un sueldo de 1800 dólares diarios auspiciado por organizaciones que buscan desestabilizar el país.
Esa es la Colombia del Presidente Duque, que aún hoy sigue sumergido en el País de las Maravillas.
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