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Educación contra violadores

Por ana cristina aristizábal uribe

anacauribe@gmail.com

Mientras pasaba el huracán de las elecciones, se empezó, el pasado 15 de octubre, el proceso para aprobar la ley que dé prisión perpetua a los violadores y asesinos de menores de edad.

Aún no es Ley, pues faltan muchos trámites en el Congreso de la República. Si los pasa todos, se modificaría el artículo 34 de la Constitución nacional, que la prohíbe.

Si algo está claro en Colombia, es que la violación de mujeres, niñas, niños y adolescentes es una realidad diaria y casi, casi, normalizada en muchas partes. Las cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses son aterradoras: en los primeros 4 meses de 2019 se violaron 59 menores de edad cada día. En el primer trimestre de este año se registraron 5.193 presuntos casos de violencia sexual contra las mujeres, según un informe de Corporación Sisma Mujer y Medicina Legal. Y me atrevería a asegurar que ambas cifras son sub registros.

Lo que tenemos que hacer es impedir que suceda ese acto execrable. ¿Un violador pensará que más bien no comete su delito, porque de pronto lo agarran y le meten cadena perpetua? ¡No lo piensa! Es más: está seguro de que no lo pillarán. El magíster en Psicología Clínica Legal y Forense, Roberto Sicard, citado por EL COLOMBIANO (12/07/19), asegura que: “La cadena perpetua no es un factor disuasivo de las conductas criminales sexuales”.

A mí me parece que no hay que botar energía modificando la Constitución. Las penas actuales son suficientemente duras a quien se las apliquen con todo el rigor de la ley (síganlo haciendo): cuando se comete al mismo tiempo violación y asesinato, se pueden recibir condenas hasta de 60 años (casi una cadena perpetua, pues si el delito lo comete alguien a los 18 años, saldría de prisión a los 78).

Más bien, como Nación, deberíamos invertir tiempo y dinero no solo en el autocuidado de las niñas y niños, sino también en la promoción de la salud mental y en una educación sexual responsable y sin misterios, ya que la sexualidad humana no puede seguir considerándose un tabú en la educación familiar y escolar.

Mientras en el medioevo se pensaba en el castigo, en la modernidad se piensa en la educación. ¿Dónde queremos poner a Colombia?.

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