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Alberto Velásquez Martínez
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Alberto Velásquez Martínez

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El ausente

Por Alberto Velásquez Martínez - redacción@elcolombiano.com.co

¿A qué se deben las constantes ausencias de Petro en actos y ceremonias de gobierno que reclaman su presencia? Enumerarlas coparía todo este espacio. ¿Son acaso desplantes premeditados, calculados para irritar a determinados asistentes que lo incomodan al no aplaudir su oratoria ampulosa y efectista? ¿O es que realmente tiene alguna enfermedad, más allá de los estornudos y resfriados? El país tiene derecho a saber la verdad sobre la salud de su gobernante. Esto no es un secreto como el de los pastorcitos de Fátima. La historia recuerda al presidente Guillermo León Valencia, que vivía agripado pero llegaba a las citas así fuera en campo abierto para cazar patos, como los que abundan dentro de la administración pública colombiana.

Explican los amigos de Petro, para justificar sus reiteradas ausencias, que sufre de algún virus. Fuera de la epidemia del populismo y de empujar las cabezas de los gremios del capital hacia el patíbulo para cortarlas, ignoramos qué clase de peste lo aqueja. ¿Acaso las contradicciones que como plagas invaden el alto gobierno para crear desplantes que agitan la incertidumbre? ¿Quizás el virus de la locuacidad en su oratoria para atacar los pocos sistemas institucionales que como el de la salud, operan en el Estado? ¿Será el virus de la desconexión con sus ministros, que se pierden en los congresos gremiales improvisando propuestas pero callando las fuentes de financiación?

Afortunadamente el ministro de Hacienda no ha sido hasta ahora atacado por ningún virus, y menos está constipado. Sigue dando señales de tranquilidad frente al desbordamiento de su jefe y de sus colegas. Insiste en que no se puede destruir la actividad de exploración y explotación de hidrocarburos. Ocampo Gaviria reitera que “no hay una política antiextractiva”, y que “siguen 200 contratos firmados de exploración petrolera, que va a tener buenos resultados en términos de producción”.

Lo esencial es que el Jefe del Estado, fuera de aliviarse de sus virus, tome para sí el consejo que alguna vez le daba a Felipe González, presidente del gobierno español y referente de los gobiernos de izquierda democrática latinoamericanos, el estadista sueco Olof Palme: “Cuando haya confusión y no mucha claridad sobre un tema, reúna el consejo de ministros, escuche a todos sus integrantes y finalmente déle la razón al ministro de Economía”. Y remataba Palme: “Así acertará por lo menos en un 90% de las decisiones que tome”. Máxima que en Colombia tiene validez al contar con un competente ministro de Hacienda, que sabe medir sus palabras y actuar de bombero para enfrentar a tantos pirómanos. Su voz no puede estar ausente de las determinaciones y actos de gobierno como sí lo está a menudo, intencional o por enfermedad, el presidente Petro. Las voces sensatas deben ser escuchadas por el director de orquesta, y por sus improvisados músicos que se regodean en desafinadas notas populistas.

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