Por Armando Estrada Villa
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Acertadamente, EL COLOMBIANO, en su edición del 27 de septiembre, califica el autódromo en Bello como “juguete costoso que no favorecería a un número importante de ciudadanos”. Y ¿por qué es acertada esta calificación? Primero, por elevada la suma de dinero destinada a su construcción: 135 mil millones de pesos.
Segundo, porque beneficiaría a muy pocas personas, ya que el automovilismo es un deporte elitista, sin acceso para la inmensa mayoría de la población. La práctica, la competencia o la concurrencia a sus espectáculos requiere dinero. No son suficientes las ganas de practicarlo o de competir como en la mayoría de deportes, sino que se necesita buena capacidad económica. El costo monetario del disfrute de la velocidad es más alto que en otros deportes.
Y es que en los deportes a motor todo vale: el vehículo, el extinguidor, la indumentaria, el uso de las pistas, la licencia, los seguros, y si es para competir el costo incluye además la preparación del automotor, las llantas nuevas, la licencia nacional de piloto, la inscripción, el aval deportivo para cada competencia, en fin, los derechos de participación. Además, debe decirse que los carros de carreras son muy costosos y si se trata de la Fórmula 1 el coche puede valer entre 10 y 12 millones de dólares, y un cupo para participar en una competición Nascar alcanza los 190.000 dólares.
De otra parte, debe resaltarse que la FIA –Federación Internacional de Automovilismo– cobra elevados derechos por la organización de carreras. No es esta entidad la que pagaría por el uso de la pista, sino el propietario del circuito el que le pagaría por traer a Medellín una carrera de significación. Así, una competencia de Fórmula 1 le cuesta al país donde se realiza de 20 a 25 millones de dólares.
Pero en Antioquia se propone construir el autódromo con recursos públicos, cuando la mayoría de autódromos en el mundo son construidos, administrados y explotados por empresas privadas. Sirvan de ejemplo, el Tocancipá en Bogotá, el Codegua en Santiago de Chile, el Sunix en Santo Domingo, el Silverstone en Inglaterra, el Suzuca en Japón, el Nürburgring en Alemania y el Salzburgring en Austria.
Si la construcción del autódromo es tan necesaria, puede preguntarse al señor gobernador y a los promotores de la obra, eficientes empresarios de la distribución de carros y motos, si adelantarían la construcción del autódromo con su propio patrimonio. También debe interrogarse si en un departamento con tantas necesidades básicas insatisfechas es prioritario construir con fondos públicos un autódromo para el servicio de muy pocos ciudadanos.