Cuando desperté, el bachiller Ernesto Macías, presidente del Senado, todavía estaba allí, a pesar del ventarrón enviado por un chamán a la posesión del presidente Duque, según especulación del político opita.
Feliz, arrobado, casi levitando, “con la melena revuelta”, leía su libreto contra Santos que esperaba a las puertas del Palacio de Nariño dispuesto a entregarle las llaves a su sucesor, de pronto con esta chiva: Aquí hay fantasmas, a Samper le hicieron brujería, llamen al padre Chucho.
Con su discurso “absolutamente necesario”, como lo definió mientras despachaba pasabocas el senador Uribe, Macías se regodeaba con su diatriba que disfrutó como el gato que acaba de quebrar la porcelana china de la tatarabuela.
Leyó su andanada como si estuviera...