El enésimo pucherazo electoral en Venezuela supera al de cualquier república bananera. Si en los anteriores el chavismo había necesitado movilizar recursos, cajas de alimentos, cartillas de racionamiento, cupones, descuentos y demás golosinas para granjearse el favor de los cerros, ya ni eso. Se han trucado los mecanismos de conteo, se ha suprimido a los observadores internacionales y se ha forzado a que la oposición se quede en casa, algo ya bastante frecuente ante el reiterado fraude y los tramposos resultados que desde que comenzara el siglo viene cocinando Chávez, primero, y ahora Maduro. Un Maduro a quien hay que reconocer que no es tan tarugo como parece y ha conseguido quedarse con un país famélico al que mangonea a su antojo. La escualidez que el socialismo sueña para el pueblo y que, milagrosamente, esquivan sus orondos jerarcas.
No les aburriré con las cifras porque son de chiste. Baste con decir que el contaminado Consejo Nacional Electoral (CNE) da el 67 % de los votos al bloque de Maduro en las legislativas con solo un 31 % de participación. Vamos, que casi el 70 % de los venezolanos han entendido que ya no merece la pena ni acercarse a votar porque el resultado está diseñado de antemano. Así, los de Maduro se han llevado 3,5 millones de votos de un censo de 20,7 millones. Un respaldo abrumador, según se ha apresurado a proclamar el tirano de Miraflores, a quien no apoya 17,2 millones de venezolanos con derecho a voto, suponiendo que le hayan votado más que sus bien colocados familiares y su cada vez más reducido y sanguinario cártel chavista.
Pero no pasa nada porque todo el proceso ha estado monitoreado por observadores independientes de Rusia, Irán y Turquía, democracias consolidadas. Lo normal, tratándose de un pucherazo. Qué mejor que traerse a los hombres de Putin, experto en cocinar resultados, y de Erdogan, que entre unas cosas y otras lleva en el poder en Ankara desde que Chávez irrumpió en Venezuela. Respecto a los observadores iraníes suponemos que habrán ido a comer arepas y a bailar salsa porque de elecciones van justos.
A Maduro ha debido de parecerle excesivo traerse observadores de Cuba, Corea del Norte y China, otros de sus socios más cachondos, más que nada porque igual no saben de qué les hablas cuando les pides que avalen los resultados de una urna. “¿Pero eso no es donde se meten las cenizas de los disidentes?”, podrían preguntar.
Normal que a estas alturas a Maduro no lo respalde casi nadie entre las democracias consolidadas. ¿Casi nadie? Cuidado, porque el Gobierno de España, en manos del socialista Sánchez y del filocomunista Iglesias, avalará de buen grado el resultado. Ya sea por acción o por omisión.
Y es que, aunque el Alto Representante de la UE para Política Exterior, el socialista español Josep Borrell, ha reiterado que la UE no considera que los comicios hayan contado con las condiciones democráticas mínimas, Borrell está exiliado por mandato de Iglesias en Bruselas. Por el contrario, el ex presidente español Zapatero, socialista y ferviente defensor de la coalición socialcomunista, ha acudido presto a Caracas a defender al régimen de Maduro y a validar su pucherazo. El cártel chavista suma a un nuevo aliado. Así que, a estas alturas, el Gobierno español más que paladín de la democracia va camino de alinearse con Turquía, Rusia e Irán. ¡Viva Lenin!.