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El fin de las agonías

Hay que meterle espiritualidad y pastoral al tema de la muerte. Y desvelar el sentido hondo, humano y trascendente del morir. La muerte como plenitud. No es que se nos acabó el camino.

11 de noviembre de 2023
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  • El fin de las agonías

Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com

Al discutir sobre la eutanasia, que no deja de ser tema para ser tratado en el mes de noviembre, que se ilumina (o se oscurece) con la celebración del Día de los Difuntos, bien vale la pena una reflexión sobre la muerte. La “santa muerte”, que dicen los mexicanos.

Alguna vez me dijo mi tío, el padre Nicanor: “Vea, mijo. Todos los humanos, que como mortales, nos vamos a morir, deberíamos mirar la realidad de la muerte como una experiencia mística. Porque todos, cualquiera que sea nuestra vivencia religiosa, aun desde el ateísmo, acabamos siendo místicos. Por una razón muy simple, no sin dejar de ser aterradora: el último momento de la vida, el de la muerte, es un rapto místico, un éxtasis, así sea entre los desgarrones físicos y síquicos del estertor final”.

Así lo creo. Hay en el morir una frontera mística que no se puede soslayar, que nos puede atemorizar pero que también es, después de todos los finales, tal vez el único consuelo. Y entonces brota en la memoria la conocida letrilla española atribuida a Santa Teresa: “Ven, muerte, tan escondida/, que no te sienta venir,/ porque el placer de morir/ no me vuelva a dar la vida.” O también otro poemita clásico de la Santa sobre la copla “Vivo sin vivir en mí/ y de tal manera espero/ que vivo porque no muero”, que dice en una estrofa: “Solo con la confianza/ vivo de que he de morir,/ porque muriendo el vivir/ me asegura la esperanza/; muerte do el vivir se alcanza,/ no te tardes, que te espero,/ que muero porque no muero.”

También san Juan de la Cruz glosó el mismo tema, cambiándole en la última estrofa el estribillo: “Lloraré mi muerte ya/ y lamentaré la vida,/ en tanto que detenida/ por mis pecados está./ ¡Oh mi Dios, ¿cuándo será cuando yo diga de vero:/ vivo ya porque no muero?”

Hay que meterle espiritualidad y pastoral al tema de la muerte. Y desvelar el sentido hondo, humano y trascendente del morir. La muerte como plenitud. No es que se nos acabó el camino. Es que llegamos a la meta. Un meta en la que morir no es “algo que ocurre, sino Alguien que llega”, como dice José María Cabodevila en un libro sobre las postrimerías titulado bellamente 32 de diciembre. Que esa sería, digo yo, la fecha exacta (y mística) del fin de las agonías. De todas las agonías.

P.S, La presentación de mi libro Agua para una sed, que estaba programada para el 16 de noviembre en la Casa Museo Otraparte, fue cancelada y tendrá lugar, si Dios nos da vida, el año entrante, el 16 de febrero, aniversario de la muerte de Fernando González, como oportunamente se anunciará.

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