Por Íngrid von Schiller*
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Recordemos que la política es un asunto de ciudadanos y los gobiernos son simplemente agentes ejecutores. La política empieza con las necesidades de los ciudadanos y termina al proveerlos con los beneficios que necesitan.
Los gobiernos locales juegan un papel decisivo en identificar las necesidades de su población y brindar una política más receptiva. No podemos esperar a que un gobierno nacional provea todas las respuestas, lineamientos y recursos que las regiones necesitan. El país necesita un gobierno multinivel, que se apalanque a los gobiernos locales.
Los gobernantes locales tienen que asumir su liderazgo regional con visión, sentido de pertenencia, servicio y sobre todo interiorizar la institucionalidad que representan.
El principio de subsidiariedad busca garantizar un nivel de independencia a una autoridad inferior frente a una instancia superior. Por ejemplo, un poder local respecto de un poder central. Es decir, la repartición de las competencias entre los diferentes niveles de poder.
Este principio permite reconocer las innumerables oportunidades que existen en un poder regional bien ejecutado. Estas líneas no buscan abrir el antiguo debate sobre si Colombia debe o no convertirse en un estado federal o discutir una reforma al orden territorial o político del país. Simplemente, busca resaltar que la esencia del servicio público está en sus más pequeñas instancias, en las instancias más cercanas a los ciudadanos, aquellas que tienen el contacto directo y constante con la población.
Colombia solo puede ser tan desarrollada, innovadora, justa y próspera como lo son sus regiones. Y es precisamente por la importancia que tienen las regiones en nuestro desempeño como país que me veo en la obligación de preguntarles a todos los mandatarios locales: el poder local, ¿pero para qué? Para buscar catapultarse a las ligas del poder nacional, o para enriquecer sus arcas personales a costa de las necesidades de los ciudadanos de sus comunidades.
Si las élites locales continúan desilusionando a sus ciudadanos, o si continúan defraudando las expectativas que ellos tienen en sus cargos, llevarán al país a la ingobernabilidad.
No podemos lavarnos las manos culpando al gobierno nacional de todos nuestros males, si como regiones no brindamos soluciones a las necesidades más básicas de nuestros ciudadanos. Aunque hay experiencias de gestiones regionales ejemplares en diferentes departamentos del país, no podemos seguir el ejemplo de la Bogotá progresista
* Master en Administración Pública del London School of Economics & Political Science (2016).