Me mira a los ojos, trata con todo su ser de entender que está sucediendo, intenta desde la profundidad de sus herramientas de comprensión ver qué sucede, me mima, me abraza y atina a preguntarme: “¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?”. Yo, en medio de un mar de lágrimas, solo percibo sentimientos que se mueven, quiero contestarle que me siento sola, que me siento melancólica, no encuentro las palabras, por eso lloro, no identifico el sentimiento. por eso grito y me pierdo en las palabras, no logro identificar qué siento y es por eso, porque no entiendo qué estoy sintiendo, por lo que mi cuerpo se tensa y, en medio de un grito del que después me arrepentiré, digo: “¡No sé, mamá!”.
Ese grito es la materialización de los sentimientos, emociones y experiencias que definen nuestras acciones, pero... ¿Qué pasa cuando no podemos definir nuestras emociones y experiencias? En palabras del filósofo Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, de allí que el no poder articular nuestras emociones nos lleve a sentirnos vencidos, nos invada la rabia, la tristeza, la melancolía, nos lleve a sentirnos ajenos a la sociedad, no logremos construir puentes de conexión con quienes nos rodean y nos adentramos en estados de ansiedad y depresión. El lenguaje es nuestra puerta al mundo; si no podemos identificar lo que sentimos, si se dificulta darles nombre a nuestras emociones y experiencias, limitamos nuestro mundo. Confundimos soledad con rabia, ira con hambre, tristeza con dolor, frío con melancolía. Es por ello por lo que terminamos gritando en medio de un pasillo de mercado como un niño de seis años.
En su último libro, Atlas del Corazón, Brené Brown, quien durante más de dos décadas ha estudiado la gestión de emociones en el ser humano, describe la correlación que existe entre la falta de desarrollo lingüístico en la sociedad y las reacciones violentas en la misma. Los seres humanos, de acuerdo con varias de sus investigaciones, reconocen en promedio solo tres emociones: Alegría, tristeza y rabia. ¿Qué significa que no podamos expresar los sentimientos más allá de tres emociones? ¿Dónde quedan las otras emociones, las otras experiencias que nos identifican como humanos? Tremendo límite para una sociedad el no poder darle sentido a lo que experimentamos.
En razón a todo esto, se hace necesario que trabajemos juntos por ampliar la base de sentimientos y experiencias que identificamos. Hacerlo conllevará a una mejoría en las relaciones que tenemos como sociedad. No hacerlo condenará a nuestra sociedad a continuar el sendero de la desconexión