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El salto a sacar las molotov de la U

Por carlos alberto giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

Es necesario e insalvable el debate que les plantea el alcalde Daniel Quintero a los estudiantes y profesores de la Universidad de Antioquia y de la Nacional: ¿es autonomía universitaria aceptar el estallido eterno de los petardos y las bombas molotov en los alrededores de la Calle Barranquilla y de la Avenida 65? ¿El paisaje inevitable de la 26, en Bogotá, cuando hay refriegas, es el de los hongos de las papasbomba y de los capuchos temerarios con brazo de lanzadores de grandes ligas?

Ya era periodista y cursé cinco semestres de antropología en la U. de A. Conocí a algunos de los muchachos de las refriegas. Rebeldes. Contestarios. Antisistema. Algunos más formados y otros apenas en la calentura y el vértigo de chocar con los “tombos”. La adrenalina de combatir con las fuerzas oficiales, en ese escenario donde además a uno le están hablando de Estanislao Zuleta, de Friedrich Nietzsche, de Rafael Gutiérrez Girardot, del cura Camilo Torres, de Teología de la Liberación. Hay sin duda un ambiente inconoclasta del que se ha bebido en el Fin del Afán, en Gatopardo y La Titular.

Pero los tiempos cambian. Las racionalidades. Las expresiones. Los reclamos. Las confrontaciones. Ya, por ejemplo, quién puede aceptar o creer que el secuestro es un “método de lucha”. La “traquetización” del contraestado es penosa.

Igual pasa en el ambiente universitario: hay gente a la que le gusta tirar petardos, sin medir los riesgos. Si “se va” el porterto, si cae un transeúnte, de malas. Esa fogosidad desmedida no cabe. ¿Qué condición de humanista puede ostentar uno si no le preocupa que alguien pueda ser mutilado o quemado por una bomba? ¿Qué defensa de la universidad pública y del derecho a la educación está uno ejerciendo si destruye los laboratorios, los torniquetes y los pupitres para alimentar las piras y las pedreas?

Van pasando los tiempos, van cambiando sus manifestaciones y mecanismos.

Han muerto estudiantes en accidentes que lamentamos. A los comerciantes de las zonas aledañas a los campus de la universidad pública los embarga la zozobra cada semestre. ¿Es autonomía -preguntó con razón el alcalde- dejar que haya vándalos que usan las ciudadelas como cuartel de acciones criminales? La autonomía es el derecho de autodeterminación de la comunidad universitaria de fijar el curso de su administración, de sus debates académicos, de sus dilemas filosóficos, de sus razones y argumentos para pinchar la conciencia social y promover cambios. Pero no es autonomía la complicidad, por acción u omisión, con tipejos que saben más de bombas y barricadas que de los problemas y retos de sus futuras áreas profesionales o de las necesidades enormes de cuidar, cultivar y alentar la educación pública.

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