Por HÉCTOR ANDRÉS MENDOZA L.
Universidad Pontificia Bolivariana, Facultad de Comunicación Social-Periodismo, 5° semestre.
hectorandres215@gmail.com
Hace pocos días fueron homenajeados los tres periodistas del diario El Comercio asesinados hace un año en la frontera entre Colombia y Ecuador. Este homenaje sirve para que los periodistas nos concienticemos del riesgo y el sacrificio que rodea a nuestro trabajo. Por otro lado, en este acto se trató el tema de las amenazas a la libertad de prensa que se están llevando a cabo en Nicaragua y en toda la región.
Al momento de hablar de libertad de prensa es indiscutible pensar en Colombia. Según la Fundación para la Libertad de Prensa, 477 periodistas fueron amenazados durante el 2018, lo cual indica que nuestro país se ha convertido en un ejemplo aciago en cuanto a la censura. Sin embargo, esta problemática no es algo nuevo porque si recurrimos a la historia podemos encontrar múltiples casos: Guillermo Cano, Jaime Garzón, Jorge Enrique Pulido, José Emeterio Rivas, Guzmán Quintero Torres y otras 153 personas que nunca desistieron de su trabajo a pesar de las amenazas.
Pero detrás de estos asesinatos se camufla algo que todos deberíamos saber: el papel del periodismo es fundamental para una democracia. Digo lo anterior para hacer referencia a que el periodista es el vínculo entre el poder y las personas del común. En efecto, el periodista se vuelve en un arma de doble filo porque al estar en contacto con las personas se puede prestar para desinformar con el objetivo de favorecer grupos económicos o, por el contrario, puede hacer su trabajo pensando en la ciudadanía y emitiendo información imparcial y veraz.
No obstante, la ciudadanía juega un papel primordial en cuanto a la calidad del ejercicio periodístico. Así se expone en el libro Periodismo y ciudadanía: “El público debe ejercer presión para lograr una participación democrática más amplia en las decisiones relativas a la difusión del contenido de la información y para oponerse a la concentración del control de la comunicación”. Efectivamente, son los ciudadanos los que deberían hacer todo lo posible para que a ellos llegue información sin ningún sesgo.
En resumen, muchas veces este oficio es infravalorado por la sociedad. Me ha tocado escuchar que los periodistas somos unos chismosos, comunistas, mentirosos, intelectuales que hablan mucho y no hacen nada... Pues bien, el día que el colectivo entienda que las palabras de un periodista pueden acabar gobiernos, ese día no quedará ningún país en pie.
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