No es de ahora que la dirigencia nacional se deslumbra por el dinero inmediato, desechando de plano avances logrados. Decisiones bien costosas y controvertibles.
Eso de que acá ha existido una visión de futuro es una verdad a medias. O medio mentiras. Es larga la lista de obras y desarrollos que se dejaron acabar por el interés en el billete.
Se abandonó el barrio Prado para ir al sur de la ciudad a una zona no muy poblada que abría perspectivas de inversión. En ese afán se olvidó al Centro y no importó lo que sucediera: edificios y casas patrimoniales cayeron bajo la acción de buldóceres y almadanas y nadie movió un dedo. El futuro era el dinero que ofrecían las valiosas tierras del sur.
Antes se había dejado acabar el tranvía, por el que ahora se saca pecho; se convirtió en inodoro al río Medellín y se miró con cierta desidia cómo casuchas de madera y latas se fueron trepando por los cerros del norte. Desidia y algo de alivio.
La dirigencia paisa ha tenido visión de futuro si hay dinero de por medio, lo otro poco importa (véase el trato social con displicencia en Hidroituango). Se permite lo que sea.
También ha sido asunto de gobernantes y dirigentes del orden nacional. Dos ejemplos lapidarios: se facilitó la destrucción del río Magdalena, que había sido navegable y sano antes de que el empuje industrial enviara desde las ciudades todo tipo de cargas sucias, mientras se avanzaba en la deforestación de casi toda la enorme cuenca.
El otro duele igualmente: el abandono de los ferrocarriles, medio más barato y eficaz de transporte, desechado ante el rugir de las tractomulas y su poder para “conmover” al empresariado.
Pasa con el avance de la ganadería a costa de selvas y de la minería sobre el recurso biótico.
¿Por qué se construyó de afán la primera etapa de Parques del Río? Para ambientar la continuidad hacia el sur y abrir al mercado las tierras del costado oeste del río y cobrar plusvalía, negocio al que se había invitado a Empresas Públicas.
En ese sendero transita la discusión sobre el aeroparque Olaya Herrera. Con el disfraz ambiental vendrían detrás cientos de edificios y miles de apartamentos. Dinero.
Hay despropósitos que se pueden enmendar (a altísimo costo); otros, no, como devolverles la vida a nuestros ríos y selvas o evitar las tragedias en sectores marginados. Tampoco recuperar patrimonio arquitectónico.
Ha existido visión para el dinero rápido, aunque implique sacrificar desarrollo equitativo.
Maullido: “pierde” 70 000 millones de pesos y se molesta. Le quedamos debiendo a Mintic