Me transporto a 1787. Estoy conversando un largo rato con Benjamín Franklin, político, inventor, bohemio y mil cosas más. Un solucionador ingenioso de los problemas de la vida diaria.
Buen bebedor y gran tertuliante. Definió un pilar fundamental de la innovación: Aprender a dudar. “Cuanto más viejo me hago, más aprendo a dudar de mi propio juicio”. Al finalizar la tertulia, después de unos buenos vinos, me aconseja retroceder en el tiempo (1637) para conversar con René Descartes, filósofo y matemático.
Nos encontramos con Descartes en un café parisino o tal vez en Ámsterdam. Emocionante entender su método cartesiano y confirmar la importancia de dudar para aprender y aprender para innovar.
La duda activa el proceso de innovación. Es la clave para aprender a romper paradigmas, conectar, reflexionar, pensar, preguntar, escuchar, conversar, descubrir, escoger, renunciar y validar la mejor hipótesis que soluciona, en forma temporal, un reto simple o complejo.
Si la innovación nace de la duda, la infalibilidad es su muerte. Me lo recuerda Benjamín Franklin con una sencilla anécdota: Una elegante señora francesa que, en una pequeña disputa con su hermana, le dijo: “Yo no me he encontrado con nadie más que conmigo que tenga siempre la razón”.
En esta época de elecciones, donde todos tienen la razón, me pregunto cómo pueden los políticos, desde su infalibilidad, resolver los retos de nuestra sociedad. Secuestrados por unos partidos políticos alejados de la valiosa metodología de la duda, atrapados por sus ideologías, sumatoria de viejos paradigmas, viejos idearios, falsas verdades, rígidos posicionamientos y un estado continuo de incongruencia.
Los partidos dividen a la sociedad entre fachos y mamertos, entre sectas y fanáticos, entre camisetas de colores. Somos su audiencia útil, como en un reality show, votamos en masa eliminando participantes. Su propósito superior es el poder. Aunque nunca ganan el poder. Tan solo ganan elecciones. Y cuando las pierden, se declaran en oposición permanente con sus escuadrones de troles. Nada más contrario a la innovación.
¿Se necesita ser de derecha, izquierda o centro para implementar en Colombia los modelos educativos exitosos e innovadores de Singapur, Estonia, Canadá o Finlandia? ¿O los modelos de generación de empleo de Alemania, Suiza o Suecia?
¿Se necesita ser de derecha, izquierda o centro para transformar al Chocó en una potencia más relevante que California?
Tal vez lo que se necesita es “salir de la caja”, aprender a dudar, eliminar las agendas ocultas, pensar en grande y entender que innovar es ejecutar la mejor solución posible. Esta solución puede variar en cada circunstancia. No hay un molde ni una receta única.
Invito a la derecha, a la izquierda y al centro a que aprendan a dudar. Abracen la innovación sin importar su autor. Ojo, renuncien a servir a las ideologías. Solo piensen en servir a los colombianos. Así podrán comenzar a liderar las grandes innovaciones que necesitamos como sociedad.
Y recuerden el mensaje final de Benjamín Franklin: nada es seguro en este mundo, excepto la muerte y los impuestos