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Con él se irán los saltimbanquis de Podemos, que no han hecho otra cosa que chupar sueldos del erario público y sacar a violadores de la cárcel con el beneplácito del propio Sánchez.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
La izquierda bolivariana está a un paso de ser borrada del mapa en España después de desaparecer casi por completo en las elecciones municipales y autonómicas celebradas el pasado domingo. Los comicios que han aupado al centro-derecha del PP como vencedor, con mayorías aplastantes en Madrid y en casi todas las regiones, han castigado a los socialistas de Sánchez y en particular a Podemos, sin un solo representante en Madrid, donde nació de la mano del movimiento indignado del 15-M, allá por 2011. El descalabro de la izquierda ha forzado un adelanto de las elecciones generales. Las legislativas estaban previstas a finales de diciembre, pero el varapalo a Sánchez, a sus mentiras y pactos con los enemigos de España, ha sido de tal calibre que ha colocado las elecciones nada menos que el 23 de julio, con medio país de puente y otro medio de vacaciones estivales.
Sánchez pretende que los españoles se alejen de las urnas o que recurran masivamente al voto por correo, donde todo es posible, como la anulación masiva de sufragios por cualquier defecto de última hora en determinadas regiones donde el voto a la derecha es abrumador, como Madrid y ahora Andalucía.
En esas fechas, las temperaturas andarán de media en los 35 grados y muchos ya están retrasando sus viajes al exterior o su salida a la playa no vaya a ser que, al margen de la votación, les toque formar parte de las mesas electorales, de las que no hay casi pretextos para librarse y mucho menos unas vacaciones. Ni qué decir tiene que el sector turístico, entre otros, está de uñas con Sánchez, porque ha dinamitado ese fin de semana y probablemente la semana entera, donde se acumulan millones de reservas.
Ese es el contexto de un cambio de escenario más que evidente. El centro-derecha ha revalidado mayorías aplastantes en Madrid y ha ganado, con el apoyo de la derecha de Vox, la Comunidad Valenciana, y siete de las ocho capitales andaluzas, entre ellas Sevilla, en poder de la izquierda desde hace lustros. También Aragón, las Islas Baleares o Extremadura, entre otras regiones en poder socialista desde hace tiempo.
De hecho, si les pintara el mapa de España por colores, prácticamente todo quedaría de azul del PP, salvo Cataluña - donde el PP también está de vuelta pese a ser minoritario - y el País Vasco, y alguna otra excepción en poder de algún cacique socialista que ha renegado públicamente de Sánchez. Sin Madrid, Andalucía y la Comunidad Valenciana ninguno de los dos grandes partidos puede ganar en España y eso lo sabe Sánchez, que busca con esas elecciones a 35 grados en chanclas desmovilizar al votante de centro-derecha más que volver a ganarse a los suyos.
Veremos lo que ocurre dentro de muy poco, aunque el recuerdo de voto está tan próximo que es improbable otra cosa que el fin del “sanchismo”, más aún si tenemos en cuenta que el hundimiento socialista no ha sido mayor porque no se votaba a Sánchez, a la que le tienen tirria hasta en su casa, sino a alcaldes y presidentes autonómicos.
Con él se irán los saltimbanquis de Podemos, que no han hecho otra cosa que chupar sueldos del erario público y sacar a violadores de la cárcel con el beneplácito del propio Sánchez. Y así, con certidumbre y seriedad al mando, podremos otra vez poner orden en un país descosido por la izquierda y comenzar a crecer desde la base, no con los arabescos dibujados en el aire por charlatanes.